Aportado por Marisol
El cambio personal es un proceso que requiere renunciar a los antiguos puntos de vista y conducta; consiste en enfrentarse a las ideas antiguas, adquirir conciencia, experimentar esperanza, probar con nuevas formas de hacer algo nuevo y que sea congruente con lo que realmente queremos. Pero esto no es fácil ni lineal. En el mundo real puede llevarse a cabo de forma desordenada; a veces hay desviaciones y a veces el corazón se rinde y nos perdemos en sus vericuetos. Toma mucho tiempo. Puede ser desalentador. Exige persistencia, compromiso y paciencia. Es como cultivar una hermosa flor: no sólo se siembra, sino que se necesita cuidarla, protegerla y nutrirla. Durante algún tiempo la flor es frágil. Pero es una obra de arte y deleitará a todo aquel que la vea. Lo mismo puede ocurrir con su vida.
El despertar comienza cuando algo perturba el statu quo. Sucede algo inesperado que nos provoca un gran impacto emocional. No podemos ignorar esa llamada. La perturbación y el dolor que le siguen son demasiado intensos. Nos vemos arrojados tan lejos de nuestra zona de comodidad que nos sentimos desequilibrados. Las antiguas ideas desaparecen. Se ponen en cuestión los antiguos hábitos. Esta situación nos obliga a abandonar viejas formas de pensar. La ilusión de que todo está en orden se derrumba. Nos hacemos gradual o repentinamente conscientes de que las cosas no son como deberían. Todo cambio significativo comienza con esta conciencia. Nos movilizan acontecimientos externos, hechos inesperados y repentinos, ataques por sorpresa o accidentes que, como un golpe en la cabeza, se nieguen a ser dejados de lado y nos exijan actuar. Podemos reflexionar, hacernos más solemnes e introspectivos, considerar cambios y transiciones.
De pronto somos conscientes de que tenemos problemas. Las cosas pueden ser peor de lo que pensábamos, no funcionan como creíamos. Ya no podemos retrasar la acción. Ahora que entendemos lo mal que está la situación, surge una conciencia que hasta entonces estuvo enmascarada o entorpecida por una frenética actividad. La mayoría de nosotros vivimos dentro de cierta zona de comodidad, ajustándonos a lo que fue la vida hasta ese momento, una comodidad emocional, psicológica y espiritual. En nuestras relaciones y con nuestro estilo de vida nos arriesgamos, aunque no demasiado, porque esto nos incomoda. No estamos preparados para lidiar con la incomodidad. De hecho, la mayoría de nosotros programamos hábitos de trabajo y tiempo libre para evitarla.
El desagrado e incomodidad a que ya estamos acostumbrados son predecibles y los preferimos a la posibilidad de saber lo que viene, que también será desagradable. El malestar potencial, nuevo, desconocido, asociado con hacer algo diferente, es también real. Pero en tanto el malestar predecible es mayor o más difícil de tolerar que el dolor desconocido asociado con el cambio permanecemos estancados. La conciencia rompe nuestra rutina o inmovilidad. En tanto que no haya conciencia, el cambio es poco probable. En la etapa de transformación hay actividades distintas tales como conocer las alternativas, obtener ayuda de los demás, desarrollar el deseo de algo distinto, reconocer una oportunidad para poder elegirla, tomar la decisión de cambiar y hacer un acto de fe.
La experiencia perturbadora, cualquiera que sea, puede hacernos comprender que tenemos opciones, que existen posibilidades para vivir y actuar, además de aquellas que elegimos o que adoptamos. Es muy difícil cambiar nuestra forma de ser. Sin embargo, todo comienza con una decisión. No es fácil, puesto que se crea un conjunto crítico. Una vez tomada la decisión, ya se ha dado el primer paso en el nuevo camino.
Tomará algún tiempo consolidar las nuevas formas de pensar, sentir y actuar. Es normal sentirse tímido, dudar y que resurjan los antiguos temores. Cuente con que eso ocurrirá. La decisión que asuma necesitará reafirmarse antes de dar cada paso hacia delante. Asimismo, puede tomar una decisión que con el tiempo le resultará más fácil tomarla. Necesitará determinación, resolución y un sistema de apoyo que lo sostenga, así como un renovado compromiso de aceptar nuevos despertares, de pasar por los procesos de cambio una y otra vez.
Si no adopta como suya la nueva conducta, las antiguas hallarán la forma de volver a su vida. Bajo presión, responderá de la forma que acostumbraba. Sus emociones y estados de ánimo o controlarán en tiempos de crisis. Esperando tener éxito, aprenderá a fracasar. Reducir la velocidad no ayuda mucho si seguimos dirigiéndonos en la dirección equivocada, cuando se sigue haciendo lo mismo que antes y se obtienen los mismos resultados predecibles.
Al perder la antigua carga, la nueva sensación de libertad es instantánea y vertiginosa. Tal vez se sienta torpe cuando su nuevo yo esté al frente. Algunas personas lo querrán más. Se sentirán atraídas hacia usted aunque no fuera así antes. Otros se sentirán incómodos porque no saben cómo tratarlo. Algunas personas se alejarán totalmente de usted cuando avance. Pueden sentirse amenazados, no creerán que tal cambio sea posible o dudarán de sus propias posibilidades y su nueva conducta será un continuo recordatorio de lo que ellos no hacen.
Manipular lo que la vida nos da es mucho más importante que aquello que nos da; a veces podemos convertir nuestros problemas en tesoros. A veces los problemas con que nos enfrentamos parecen un desorden imposible e intrincado. Llegamos a creer que no hay salida. Pero si cambiamos nuestra perspectiva, si vemos más claramente podemos ser capaces de determinar un problema que provenga de la falta de uso de nuestras capacidades y cualidades. Necesitamos eliminar o dejar de lado algún asunto de importancia crucial, que produce depresión, desaliento o desesperanza. Tratando algunos de estos asuntos, liberamos el poder en nosotros para lidiar con las demás circunstancias, o para que se conviertan en relevantes.
A veces nos aferramos, negándonos a deshacernos de nuestras experiencias, quejas o lamentos favoritos. Cuando nos aferramos a ellos, perdemos nuestra capacidad de continuar, de hallar poder en el presente, y en vez de eso nos estancamos en la impotencia del pasado. Al desprendernos de las cosas antiguas, abrimos espacio para lo nuevo. Al dejar atrás la dependencia y el temor, dejamos lugar para la espontaneidad, la esperanza y la felicidad. Si nos desprendemos de las cosas que nos detienen, que hacen que nos sintamos impotentes, podemos abrir las puertas al poder, al éxito y a la felicidad futura. Piense en aquello de lo que necesita desprenderse.
El proceso de cambio es interminable. Tal vez nunca «lleguemos». Siempre estaremos aprendiendo, cambiando, creciendo, transformando, modificando, desarrollando, siendo. La felicidad de vivir está conectada con la anticipación de lo que nos espera, y lo que está cerca de nosotros en este momento.
Blaine Lee
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