lunes, 20 de noviembre de 2006

Invitación a Meditar

Una cantidad de recientes investigaciones ha proyectado su luz sobre la naturaleza del hombre como criatura capaz de un pensamiento creativo sobre sí mismo y sobre el lugar que ocupa en el universo. Esta investigación ha señalado, de formas diversas, que la naturaleza de la meditación es localizar recursos y desarrollar técnicas para la utilización de la energía psíquica.

Algunas de estas investigaciones van más allá de los límites del laboratorio y se centran sobre la experiencia humana, que nunca puede ser arrinconada. Estamos en compañía de grandes científicos como Jeans, Eddington, Planck y Einstein, cuando contemplamos la vida, no en los estrechos confines de las fórmulas comprobadas, sino en las más atrevidas especulaciones referentes a los fenómenos del hombre y su experiencia.

La meditación se consuma en el punto en que mente y espíritu convergen. La mente es el instrumento que disciplina y el espíritu representa la dotación del hombre que debe ser cultivada mediante un especial control y un esfuerzo sostenido. Es importante que intentemos clarificar los recursos del ser que confluyen en el proceso creativo de la meditación.

¿Qué es la mente? ¿Cómo funciona? ¿Qué hacemos con la mente en la meditación?

Básico para cualquier investigación fructífera es el concepto que puedan tener los propios científicos de la mente y de sus resultados, significado y valoración. Sin embargo, cuanto más han sido evaluados los procesos de la mente, más difícil ha llegado a ser explicarlos sobre la base de los procesos observados. Pues la mente supera en tal medida al cerebro, que el conjunto de sus relaciones sugiere un misterio de profundas proporciones.

El fisiólogo y el psicoanalista ofrecen unos conceptos muy diferentes, aunque quizás complementarios, de la vida de la mente. Pero ambos apuntan en dirección a aquellas misteriosas cualidades que podrían relacionar el instrumento cognoscente con las fuentes del conocimiento que no pueden ser explicadas por el ADN, la química del cuerpo o las concepciones psicológicas.

Lord Adrian, fisiólogo galardonado con el Premio Nobel, describe la mente como un instrumento creador de energía de profunda complejidad. Él dice: “Los pensamientos fortuitos no conllevan cambios generalizados en la actividad celular; pero la meditación intensa, la concentración o el pensamiento dirigido dan lugar a una actividad celular que aumenta la producción de energía eléctrica en el cerebro". Según este concepto, el cerebro es sensible a las leyes que gobiernan el comportamiento de las partículas. Podría ser que lo que las religiones llaman "revelación" y el fenómeno de la telepatía formaran parte de este comportamiento de las partículas. Ciertamente, la meditación es una forma de concentración que eleva las formas específicas de la sensibilidad.

El enfoque psicoanalítico del funcionamiento del cerebro y de los resultados de la actividad mental nos advierten sobre la necesidad de ser cautelosos a la hora de relacionar este fenómeno con aquellas experiencias que podrían razonablemente explicarlos. La moderna investigación científica ha hecho mucho por proyectar luz sobre los problemas que tradicionalmente han conducido a la creencia en un conocimiento revelado. Esto no significa que tal conocimiento no exista; significa que mucho de lo que inicialmente era atribuido a tales fuentes tendrá que ser reevaluado y matizado a la luz de la nueva comprensión de la estructura de la personalidad y de la influencia de los niveles inferiores de la consciencia sobre la conducta. Esto, a su vez, nos posibilitará el análisis tanto del hombre de mente perturbada como del místico, para atribuir debidamente el fenómeno observado a su fuente verdadera. Sólo entonces enfocaremos con precisión la cualidad única del conocimiento que procede de fuentes directamente reveladas.

Precisemos con claridad en qué consiste la idea tradicional de revelación. La sensación de que la consciencia del hombre tiene capacidad para comunicarse con la sabiduría cósmica viene ya de muy lejos. Juan Calvino sostenía que había un profundo sensus divinitatis en cada mente humana, que constituye la fuente de la revelación. Schleiermacher habla de lo que para él es misterium tremendum, una elevada consciencia que añade a la razón especulativa las poderosas intuiciones que están enraizadas en los sentimientos.

John Caird trató de llenar el vacío existente entre las dos ideas de revelación - como capacidad de la mente y como desbordamiento emotivo - reclamando que la verdad es universal, ya sea natural o revelada. "La verdad revelada no puede pertenecer a un orden diferente al de todas las demás verdades que interesan a la consciencia humana... Por el contrario, y según está universalmente admitido, la enseñanza de la revelación encuentra su más clara y de por sí suficiente evidencia en la consciencia del creyente". Esta consciencia produce una unidad de ser que no es divisible en pensamiento y sentimiento. Pero en la meditación un sentimiento intenso puede ser un estímulo de la actividad mental, y la actividad mental disciplinada puede sacar provecho de las emociones fuertes.

La idea de revelación no sólo se basa en la premisa de que la mente del hombre es capaz de ser consciente del conocimiento cósmico sino también en que, de alguna forma misteriosa, parece existir una iniciativa cósmica que busca hacerse conocida al hombre. Esto indica a la mente que no sólo está buscando sino también siendo buscada. Esta parece ser la razón de que algunos místicos alternen entre contemplación y meditación. Así queda implícito en las palabras de John Baille: "La mente conocedora es activa atendiendo, seleccionando e interpretando; pero debe atender, seleccionar e interpretar lo que se presenta ante ella; y, por consiguiente, debe ser tanto pasiva como activa".

La mente conocedora es finita y en su funcionamiento está habitualmente limitada por la estructura de la simbolización que sirve como instrumento de comunicación. Utilizamos el lenguaje para transmitir ideas. El lenguaje no es la idea, sino el esfuerzo consciente por hacer tangible la idea.

El pintor utiliza el lienzo y los colores para comunicar sus más profundas intuiciones. Siente que la comunicación perdería de alguna forma su poder si tuviera que ser expuesta en palabras. El compositor utiliza sonidos para transmitir pensamientos y sentimientos y también siente que cualquier esfuerzo por ponerlos en palabras oscurecería sus significados más profundos. El místico utiliza el silencio como forma de comunicación cargada de sentido. En la meditación, algo de la naturaleza creativa del ser alcanza un significado que no está limitado por la estructura simbólica del lenguaje. Las formas empleadas en este proceso creativo varían según nuestra comprensión de la naturaleza del cosmos y de la personalidad humana.

Edgar N. Jackson

Fraternalmente en la luz del amor
Miccael Sais

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