domingo, 11 de marzo de 2007

Acciones Lúdicas

La felicidad consiste en alcanzar la plenitud, la cual está en el fin, que es lo primero que se desea y lo último que se consigue. Todo llegar es feliz. Lo más feliz es llegar a un lugar largamente deseado, y no tener que ir a ningún otro: entonces se puede descansar, porque no hay tareas pendientes. Esto ocurre muchas veces en el hogar.

La felicidad se alcanza en la medida en que la terminación de la tarea, el cultivo de la ciencia, de la técnica, el trabajo, la construcción del mundo humano, la práctica esforzada de las virtudes, etc., se continúa en el acceso a la región de tiempo que viene después. Los clásicos lo llamaban ocio. Para nosotros este término tiene un cierto matiz peyorativo, pues lo entendemos como un «no hacer nada».

En la concepción clásica, sin embargo, es algo bien diferente: el ocio es un tiempo dedicado a los placeres de apreciación, a la contemplación, al uso de la inteligencia para saborear mediante la sabiduría los bienes más altos, es decir los que no son útiles, sino hermosos: los bienes que amamos, la verdad y la belleza. Desde este punto de vista, la felicidad sería la contemplación amorosa de lo que amamos.

Sin embargo, el hombre no contempla de una manera estática, como quedándose paralizado por la belleza del ser amado. Más bien, celebra la plenitud. A la contemplación amorosa del ser amado es preciso añadirle algo: hay que romper a cantar. Las acciones que celebran haber llegado, poco o mucho, a la felicidad y a la plenitud reciben aquí un nombre especial: acciones lúdicas. Equivalen a lo que los clásicos llamaban ocio, y no son simplemente «entretenerse jugando» o «divertirse, cuando no hay nada que hacer», sino algo mucho más rico, que, como se ha dicho, significa celebrar la plenitud alcanzada. Son la celebración de la felicidad. Estas acciones tienen unos rasgos especiales:

1) Las acciones lúdicas pertenecen a aquellas que contienen el fin dentro de sí mismas. Por eso proceden de lo inmaterial que hay en el hombre.

Por ejemplo, cantar, bailar y tocar música, no sirven para otra cosa: esta es su diferencia esencial con las acciones técnicas, con el trabajo, que siempre está ordenado a lo posterior. Las acciones lúdicas tienen sentido y valor por sí mismas, y expresan y provocan sentimientos que tienen que ver con la felicidad: por ejemplo, el honor, la celebración de la excelencia. Son acciones que hacemos porque nos gustan.

2) La acción lúdica tiene lugar en un tiempo distinto al ordinario, dentro de la fiesta o de un tiempo destinado al juego, como ya se ha dicho: son oportunas entonces, pero no en otro momento.

El tiempo de las acciones lúdicas está separado del tiempo normal: uno puede llegar a olvidarse de este último por meterse por completo en el juego o en la fiesta de que se trate (por ejemplo, cuando vemos una película estamos «transportados» «dentro» de lo que vemos, nos olvidamos de dónde estamos, desearíamos que no terminase). Ese tiempo puede llamarse simplemente ocio, pero sobre todo fiesta.

La felicidad tiene carácter festivo, y no se puede vivir más que de modo festivo. Si fuera imposible celebrar fiestas, el hombre no podría ser feliz. La fiesta es el momento para la acción lúdica, y ni antes ni después resulta oportuna, o adecuada, sino ridícula y grotesca. Nadie va a clase disfrazado, pero hay fiestas en las cuales lo que hay que hacer es disfrazarse. Vestirse de fiesta es disfrazarse un poco.

3) Las acciones lúdicas incluyen todas las que tienen que ver con la risa, la alegría, la broma y lo cómico. Reírse es ser feliz por un momento.

La extraordinaria y singular capacidad humana de tomarse las cosas a broma se ejercita cuando se ha ingresado, de algún modo, en la región de lo lúdico, en la cual somos felices por haber alcanzado el fin y la plenitud, aunque sólo sea relativamente. Por eso nos reímos y nos divertimos.

En la vida humana no todo es seriedad, ni puede serlo. Es necesario reírse: «todas las cosas buenas ríen». El que no sabe reírse es un desesperado, y el que siempre está serio termina siendo ridículo. Lo serio necesita un poco de broma para atenuarse: la broma relativiza la seriedad, parece que la da por terminada. En suma: ser feliz implica reírse, no estar serio. Cuando reímos nos instalamos en la región de lo lúdico.

4) Lo más característico de las acciones lúdicas se pueden resumir en una palabra: jugar.

El hombre, para ser feliz, necesita jugar. Por eso los niños son más felices que los adultos, porque no necesitan trabajar para vivir, están casi siempre jugando. Una partida de cartas es una felicidad provisional, y mientras la estamos jugando podemos afirmar que somos más o menos felices, porque lo pasamos bien. No hay por qué quitarle mérito a estas «felicidades pequeñas» propias de las acciones lúdicas: gastar una broma, cantar una canción, jugar un partido de tenis, ver una película, etc.

Aquí no voy a detenerme más en estas acciones, ni a señalar su lugar en la vida humana. Baste lo dicho para resaltar algo por otra parte muy evidente: forman parte de la felicidad y se llevan a cabo cuando se ha terminado la tarea, o quizá en un descanso de ella, para distraerse y coger ánimos y fuerzas para volver a emprenderla.

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