El silencio de los inocentes:
conversaciones con nuestro cuerpo
Dra. Carmen Escallón Góngora. Médica Pediatra. Terapeuta Familiar Sistémica. Profesora Titular de la Universidad de Cartagena.
Mi rostro es una máscara a la
que ordeno no decir nada
de los frágiles sentimientos
que se ocultan en mi alma.
Poema Mohawk.
Cada vez que alimentamos el alma,
garantizamos su desarrollo.
Clarissa Pikola Estés.
Uno de los grandes desafíos del ser humano es lograr una armonía entre la voz interior y el medio exterior lo cual nos conduciría a un estado armónico, deseable y digno. La actual revisión es un intento por encontrar algunas miradas que nos ayuden en tan ambiciosa aventura: descubrir los códigos del lenguaje de nuestro cuerpo, desde los susurros hasta los gritos o lamentos que nos producen tanta pena y tantas limitaciones.
Consideremos la proporción existente entre nuestros sensores internos y externos. Tenemos entre 100 y 200 millones de sensores externos incluidos los de los ojos, los oídos, la nariz, la boca y la superficie de la piel. Estos sensores reciben perturbaciones externas. Nuestro cerebro tiene 1010 neuronas, es decir, sensores internos que perciben impulsos eléctricos de otras neuronas, lo que significa que somos cien mil veces más sensibles a nosotros mismos que a lo que insistimos en llamar el mundo exterior.
El cerebro es la fábrica de muchos productos, su materia prima es la información: la longitud de ondas de luz que chocan la retina, la duración de las ondas de sonido que lleguen el oído, el efecto de una molécula sobre el canal olfativo. Con todo esto, las áreas sensoriales del cerebro se forman una idea de lo que hay afuera.
Nuestras actividades mentales, emocionales y bioló-gicas están integradas gracias a péptidos. Los péptidos o cadenas cortas de aminoácidos (neurotransmisores, endorfinas etc.) son mensajeros moleculares que facilitan las conversaciones del sistema inmunológico con el endocrino y el nervioso. Es decir que nuestras emociones están representadas por péptidos.
Efectivamente los péptidos son algo así como la manifestación bioquímica de las emociones, juegan un papel vital en la coordinación de las actividades del sistema inmunológico (de defensa), integrando las actividades mentales, emocionales y biológicas.
Los péptidos en su mayoría alteran el compor-tamiento y el estado de ánimo; Fritjof Capra señala al respecto que las investigaciones apuntan a trabajar con la hipótesis de que cada péptido puede evocar un determinado tono emocional. Todo el grupo de 60 o 70 péptidos podría constituir un lenguaje bioquímico universal para las emociones.
"Tradicionalmente, los neuro-científicos han asociado las emociones con áreas específicas del cerebro, principalmente con el sistema límbico. Lo cual es ciertamente correcto puesto que el sistema límbico resulta estar altamente enriquecido con péptidos. No obstante, no es la única parte del cuerpo donde se concentran receptores péptidos. Todo el intestino, por ejemplo está cargado de ellos. Esta es la razón por la que nos referimos a "sentimientos viscerales". Sentimos literalmente nuestras emociones en nuestras entrañas" Candace Pert y el grupo del instituto de Salud Mental de Maryland afirman que los glóbulos blancos son partes del cerebro que flotan por nuestro cuerpo.
Es interesante revisar algunas consideraciones científicas acerca de lo que considero nuestro mundo interior: Nuestro cerebro es la fábrica de muchos pro-ductos uno de ellos es el pensamiento. El cerebro humano es la unión de dos mentes, cada uno de los hemisferios gemelos es el "espejo físico" del otro y si se pierde uno al principio de la vida el otro puede asumir su función. Normalmente los dos hemisferios están unidos por una banda de fibras que transmiten un canto íntimo y complejo, además de permanente, es un diálogo respetuoso y mágico entre ellos. Cuando la información llega a un hemisferio, está enseguida disponible para el otro y sus respuestas son tan armónicas que parecen ser ininterrumpidas. Sin embargo, si separamos estos dos hemisferios, las diferencias entre ellos se hace evidente. Cada hemisferio tiene sus fortalezas y debilidades, sus propias maneras de procesar información y de respuesta. Los dos hemisferios pueden existir en dos reinos distintos de la conciencia, son dos individuos diferentes, dentro de un mismo cráneo.
Afirma Capra: así como cada célula cerebral se estira individualmente para hacer contacto con otras, cada cerebro está diseñado para conectarse con sus iguales. Nuestra capacidad de entrar en las mentes de otros a través de la intuición y del habla nos da a los seres humanos una ventaja única sobre las demás especies: nos permite crear y vivir en la más organizada colmena que llamamos civilización y podemos participar como especie en empresas tan grandiosas que alteran nuestro entorno a escala global. El lenguaje nos permite manejar ideas con una creatividad también única y nuestro conocimiento intuitivo de las maquinaciones mentales de los demás hace que nuestras relaciones sean complejas, sutiles y profundas.
El desarrollo del lenguaje cambió sustancialmente la arquitectura de nuestro cerebro, se convirtió en una estructura asimétrica al utilizar para este fin áreas que eran usadas para el movimiento y las sensaciones. Señala Steven Mithen: la evolución de la mente humana ha necesitado millones de años. Es el producto de un proceso largo y gradual sin meta ni dirección predestinadas. Durante la fase final de los últimos 2,5 millones de años de este proceso, nuestros antepasados dejaron huellas de su conducta, en forma de útiles líticos, de restos de alimentos y de pinturas rupestres. Y sólo al final de aquel período, hace unos 5.000 años, dejaron registro escrito. Es evidente pues, que si queremos comprender la evolución de la mente tendremos que concentrar la mirada en nuestra prehistoria, ya que fue entonces cuando aparecieron los rasgos distintivos de una mente humana, como son el lenguaje y una inteligencia avanzada.
Resulta interesante hacer algunas consideraciones en relación con lo que sería el lenguaje interno o la comu-nicación intrahumana y para ello es necesario referirnos al concepto de conciencia o autoconocimiento que se da únicamente en los animales superiores y manifestándose en todo su potencial en el humano.
Como señala Capra, como humanos, no sólo somos conscientes de nuestro entorno, sino de nosotros mismos y de nuestro mundo interior. En otras palabras somos conscientes de que somos conscientes. No sólo sabemos, sino que sabe-mos que sabemos. Según la teoría de Santiago, el auto-conocimiento está relacionado con el lenguaje. La unici-dad del ser humano radica en su capacidad de tejer per-manentemente la red lingüística en la que está inmerso, afirma Maturana: ser humano es existir en el lenguaje. Mediante el lenguaje coordinamos nuestro comporta-miento y juntos mediante el lenguaje damos a luz a nuestro mundo. El mundo que todos vemos, no es el mundo, sino un mundo, alumbrado por todos nosotros. Ser humano es estar dotado de conciencia reflexiva: Al saber que sabemos, nos damos a luz a nosotros mismos.
A la luz de la teoría de Santiago la autoconciencia y la vasta danza de nuestro mundo interior de ideas y conceptos, no sólo son inexplicables en términos físicos, ni biológicos o desde la psicología de un organismo ais-lado. Según Maturana sólo podemos comprender la conciencia humana a través del lenguaje y de todo el contexto social en el que éste está inmerso.
Como su raíz latina (con-scire: "saber juntos") parece indicar, la conciencia es realmente un fenómeno social. Agregar a este concepto una reflexión acerca de la condición humana en términos de Capra, nos orienta hacia las profundas aguas de nuestro mundo interior: Los seres humanos evolucionaron desde los simios erguidos del Sur, del género Australopitecos hace unos dos millones de años. La transición de simios a humanos fue impulsada por dos desarrollos distintos: la indefensión de las crías prematuramente nacidas, que exigía la ayuda y colaboración de la familia y comunidades y la libertad de las manos para confeccionar y utilizar herramientas que estimuló el crecimiento del cerebro y podría haber contribuido a la evolución del lenguaje.
El cuerpo es el sitio donde
se inscribe nuestra historia,
nestras emociones, nuestros
triunfos y fracasos,
tan sólo debemos mirarlo y
allí encontraremos los escritos
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Griselda
griselda@independencia3187.com.ar
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