domingo, 16 de noviembre de 2014

Proceso y Terapia de Manejo y Liberacion de Emociones

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Parece que los surcos por los que solemos discurrir se van haciendo más profundos con el tiempo, hasta que tenemos la sensación de que estamos atrapados y sin escapatoria. Pero, esto puede ser diferente. Existe una salida: “Soltar”

Una de las muchas maneras que tenemos de generar desencanto, infelicidad y juicios equivocados es aferrándonos a pensamientos y sentimientos que nos limitan. No es que el «aferrarse» sea inadecuado en sí mismo. Es algo perfectamente apropiado en muchas situaciones. Como por ejemplo, ni se me ocurriría aconsejar que sueltes y dejes de aferrarte al volante del auto que vas conduciendo, o a la escalera por la que ahora subes, evidentemente, las consecuencias serían desastrosas. Pero ¿te has aferrado alguna vez a un punto de vista que no te convenía? ¿Te has aferrado a una emoción pese a que no pudieras hacer nada para satisfacerla, enderezarla o cambiar la situación que parecía provocarla? ¿Te has aferrado a la tensión o la ansiedad una vez pasado ya el hecho inicial que las produjo?

¿Qué es entonces lo contrario de Aferrarse?

Obviamente «soltarse», por supuesto. Tanto el aferrarse como el soltarse forman parte del proceso natural de nuestra vida. Esta idea fundamental es la base del Método de liberación de Emociones. Quienquiera que seas, y donde sea que estas leyendo este articulo, te asegurar que ya estas experimentado a menudo el soltarte, muchas veces sin ser consciente de que así estaba ocurriendo, e incluso sin que aprendieras el proceso.

Soltar, o Liberar, es una capacidad natural con la que todos nacemos, pero cuyo uso se nos va condicionando a medida que vamos creciendo, desarrollándonos, o nos hacemos mayores. Donde la mayoría nos quedamos estancados es en el hecho de que desconocemos cuándo corresponde soltarse y cuándo aferrarnos. Y entonces muchos optamos erróneamente por lo segundo, a menudo en nuestro propio perjuicio. Hay unos pocos sinónimos de aferrarse y soltarse que probablemente esclarecerán bastante este punto: cerrar y abrir, por ejemplo. Cuando lanzamos o tiramos una piedra, hay que mantener la mano cerrada a su alrededor durante buena parte inicial del ejercicio y del movimiento que hace el brazo. Pero si mantenemos cerrada y apretada la mano y NO soltamos la piedra en el momento adecuado, ésta jamás llegará donde queríamos que llegara. Hasta podríamos hacernos daño.

Otros sinónimos son contracción y expansión. Para poder respirar, contraemos los pulmones para obligar a que el aire inhalado salga, y luego los expandimos, para llenarlos de nuevo. No nos podemos limitar a inspirar; para completar el proceso respiratorio también tenemos que espirar.
Tensar y relajar los músculos es otro ejemplo. Si no pudiéramos hacer ambas cosas, nuestros músculos no funcionarían correctamente, ya que muchos de ellos lo hacen en pares opuestos.
Es interesante señalar el componente emocional del aferrarse y el soltarse, y el grado en que nuestros sentimientos afectan a nuestro cuerpo. ¿Te has percatado que cuando estamos incomodos, disgustados, muchas veces aguantamos la respiración? En el proceso de respirar, si uno se aferra a emociones no resueltas, se puede inhibir tanto la inspiración como la exhalación. La mayoría de nosotros también mantenemos una tensión residual en los músculos, que nos impide a menudo relajarnos completamente. Una vez más, son las emociones no resueltas o reprimidas las que constituyen la base de esta restricción.

Pero ¿por qué nos estancamos? Cuando reprimimos nuestras emociones, en vez de permitirnos experimentar plenamente nuestros sentimientos en el momento en que aparecen, aquéllas persisten, permanecen y nos incomodan. Al evitar nuestras emociones, impedimos que fluyan a través de nosotros mismos, transformándose o disolviéndose, y esto finalmente parece muy inadecuado.

Represión y expresión

¿Has visto alguna vez a un niño pequeño caerse y luego mirar a su alrededor para ver si hay razón para sentirse incomodo o avergonzado? Cuando los niños creen que nadie les  ha visto, en un instante se sueltan, se sacuden el polvo y actúan como si nada hubiera ocurrido. El mismo niño, en una situación similar, al ver la oportunidad de atraer la atención, puede romper a llorar y correr a los brazos de su madre o padre. ¿O has visto alguna vez a un niño enfurecerse con un compañero o con sus propios padres, e incluso decir algo como «te odio, cállate y no te hablaré nunca más», y luego, al cabo de pocos minutos, el niño siente y se comporta como si nada hubiese pasado?

La mayoría de nosotros hemos perdimos esta capacidad tan natural de liberar nuestras emociones; porque, aunque de niños lo hacíamos de forma fluida, natural y sin control consciente, nuestros padres, maestros, amigos y la sociedad en su conjunto de condiciones, o condicionamientos nos enseñaron a reprimirnos a medida que íbamos creciendo. Cada vez que se nos decía «NO», que nos comportáramos, que nos sentáramos en silencio, que dejáramos de avergonzarnos, que «los chicos no lloran» o que «las chicas nunca se enojan», y que maduráramos y fuéramos responsables, aprendíamos a reprimir nuestras emociones básicas. Además, se nos consideraba adultos cuando llegábamos al punto de saber reprimir nuestra euforia natural para la vida y todos los sentimientos que los demás nos hicieron creer que eran inaceptables. Nos hicimos más responsables ante las expectativas de los demás, pero inadecuados y alienados para las necesidades de nuestro propio bienestar emocional. Se han dado cuenta que en nuestras sociedades en los dos primeros años de vida del niño, todos los que rodean a un niño intentan que ande y hable, y en los dieciocho años siguientes, todos intentan que se siente y se calle.

Cualquier emoción que llegue a la consciencia y no se suelta, inmediatamente se almacena en una parte de la mente llamada "subconsciente". En gran medida reprimimos nuestras emociones escapando de ellas. Apartamos de ellas la atención lo suficiente para poder conseguir que retrocedan. Seguramente habrás oído lo de que «el tiempo todo lo cura». Para mi eso es algo discutible. Para la mayoría de nosotros inconscientemente, lo que realmente significa es: «Dame el tiempo suficiente y podré reprimir cualquier cosa».

Realmente escapamos de nuestras emociones al ver la televisión, cuando vamos al cine, conducimos, cuando consumimos fármacos recetados o no, cuando hacemos deporte y cuando nos entregamos a toda una serie de actividades pensadas para que nos ayuden a alejar la atención de nuestra circunstancia emocional durante el tiempo suficiente para poder situarlo de nuevo en segundo plano. Estoy seguro de que estarás de acuerdo en que la mayor parte de las actividades de esta lista no son inadecuadas en sí mismas. Ocurre simplemente que tendemos a buscar esas actividades o a tomar esas sustancias en exceso, hasta que finalmente perdemos el control. Las utilizamos para compensar nuestra incapacidad de abordar realmente nuestros conflictos emocionales internos. La huida excesiva está tan impuesta en nuestra cultura que ha dado origen a muchas industrias florecientes.

En el momento en que se nos etiqueta como adultos, sabemos reprimirnos tan bien que el hecho de reprimirnos se convierte en una segunda naturaleza la mayor parte del tiempo. Llegamos a saber hacerlo tan bien o mejor que antes, cuando en un principio sabíamos soltarnos. De hecho, hemos reprimido tanta de nuestra energía emocional que todos somos como pequeñas bombas de relojería. Muchas veces, ni siquiera sabemos que hemos reprimido nuestras auténticas reacciones emocionales hasta que ya es demasiado tarde: nuestro cuerpo da señales de dolencias relacionadas con el estrés, nos encogemos, se nos hace un nudo en el estómago, o explotamos y decimos o hacemos algo que luego lamentamos.

La represión es uno de los lados de la oscilación de este péndulo que es lo que normalmente hacemos con nuestras emociones. El otro lado es la expresión. Si estamos enojados o molestos, gritamos; si estamos tristes, o melancólicos; lloramos. Ponemos nuestra emoción en acción. Hemos soltado un poco de vapor de esa olla a presión emocional interior, pero aun no hemos apagado el fuego. Muchas veces, uno se siente mejor así que con la represión, sobre todo si hemos bloqueado nuestra capacidad de expresión. Solemos sentirnos mejor después; sin embargo, también la expresión tiene sus inconvenientes.

La buena terapia normalmente se basa en ayudar a establecer contacto con nuestras emociones, reconocerlas, expresarlas y ventilarlas. Y sin duda que unas relaciones sanas y duraderas no podrían sobrevivir sin expresar con claridad lo que sentimos. Pero ¿qué ocurre cuando nos expresamos de forma inadecuada en situaciones ajenas a la terapia? ¿Qué pasa con los sentimientos de la persona a quien acabamos de expresarnos? La expresión inapropiada a menudo puede llevar a un mayor desacuerdo y conflicto, y a una mutua intensificación de las emociones, cuyo control podemos perder. Ni la represión ni la expresión representan ningún problema en sí mismas. Simplemente son dos extremos diferentes del mismo espectro que delimita nuestra forma habitual de abordar las emociones. El problema surge cuando vemos que somos incapaces de controlarnos si reprimimos o expresamos, y muchas veces nos encontramos haciendo lo contrario de lo que pretendíamos. Es muy frecuente que nos quedemos atascados en un extremo del espectro o en el otro. Es en esos momentos cuando necesitamos encontrar la libertad para soltarnos o soltar.

La tercera alternativa: liberar

El punto de equilibrio y la alternativa natural a la represión y la expresión inadecuadas es la liberación, o el soltar —lo que llamamos Método de Liberación y Manejo de Emociones. Es el equivalente a bajar la intensidad del calor y empezar a vaciar de manera segura el contenido de nuestra olla a presión interior. Debido a que todo sentimiento reprimido intenta salir a la superficie, liberar es solo detener momentáneamente la acción interna de mantener cerrados esos sentimientos y dejar que afloren, y ya verás con qué facilidad lo hacen con la fuerza de su propio vapor.

Cuando uses la Liberación y Manejo de Emociones descubrirás que eres capaz de expresarte libre y asertivamente en el momento adecuado, y te darás cuenta que con mayor frecuencia optarás por el punto de equilibrio, la tercera opción del soltar. Es algo que ya sabes cómo hacer.

¿Has perdido alguna vez las llaves y pusiste la casa patas arriba, para luego encontrarlas en el bolsillo, o ahí mismo donde estas? Piensa en la última vez que esto te ocurrió. Seguramente mientras revolvías toda la casa iba aumentando tu tensión, y quizá, si estabas lo bastante desesperado, llegaste a vaciar los tarros de la basura. No dejabas de darle vueltas a la cabeza, pensando dónde podrías haberte dejado las llaves. Y luego, casi cuando ya ibas a rendirte, pusiste la mano en el bolsillo y diste un suspiro de alivio mientras la tensión y la ansiedad se desvanecían al ver que ya tenías las llaves. Después de llamarte todo lo que se le puede llamar a una persona, seguramente tu mente se quedó en calma, se te relajaron los hombros, y quizá sentiste que una ola de alivio te recorría todo el cuerpo. Es otro ejemplo de cómo liberas ya en estos momentos.

Al ir perfeccionando el uso que hagas del proceso, verás que eres capaz de lograr este punto de comprensión y relajación, incluso en cuestiones que vienen de antes y a cuya resolución has dedicado buena parte de tu vida. Descubrirás que las respuestas llevaban mucho tiempo en tu interior. A veces se produce una liberación espontánea en medio de una discusión. Piensa en alguna ocasión en que discutieras acaloradamente con alguna persona que te importe, cuando ocurrió lo siguiente: estabas casi obsesionado, completamente seguro de tener razón y de que tu postura estaba mas que justificada, y de repente cruzaste la mirada con la de la otra persona, sin pretenderlo miraste en lo más profundo de su ser, conectaste con ella a ese nivel que la convierte en alguien especial para ti por su propia forma de ser. En ese instante, algo se relajó en tu interior y tu postura dejó de parecerte correcta. Quizá llegaste a contemplar el conflicto desde la perspectiva de la otra persona. Tal vez te detuviste un momento para reconsiderar la situación, y luego encontraste una solución fácil y beneficiosa para ambos. Cuando domines las ideas de este método, aprenderás a ver algo más que tu propio punto de vista, lo cual te liberará de todo tipo de conflictos, incluso de algunos que tal vez hayas olvidado que los tienes.

El proceso de la liberación

Si repasas tu vida, seguramente recordarás muchos casos en que te liberaste. Por lo general, nos liberamos, soltamos o nos soltamos, por accidente o cuando nos vemos acorralados, sin otra alternativa. A medida que te centres en despertar de nuevo y fortalecer esta capacidad natural que anida en tu interior mediante la práctica del proceso, sabrás someter a tu control consciente el proceso de liberación y convertirlo en una opción viable en tu vida cotidiana, incluso en días como el descrito anteriormente.


Hay tres formas de abordar el proceso de liberación, y todas llevan al mismo resultado:

La primera manera es decidir liberarse de un sentimiento no deseado.

La segunda, aceptar el sentimiento y dejar que la emoción simplemente exista.

La tercera es sumergirse en el propio núcleo de la emoción.

Permíteme que, para explicarme, te pida que participes en un sencillo ejercicio:

Toma un lápiz, o algún objeto pequeño que estuvieras dispuesto a tirar sin pensarlo dos veces. Ahora, póntelo delante y sujétalo con fuerza. Simula que es uno de tus sentimientos limitadores y que tu mano representa tu voluntad o tu conciencia. Si sujetaras el objeto el tiempo suficiente, empezaría a parecerte incómodo, aunque familiar. Ahora, abre la mano y haz que ruede por ella ese objeto. Observa que eres tú quien se aferra a él; el lápiz esta libre uno está y nunca estuvo p
egado a tu mano. Lo mismo ocurre con tus sentimientos. Están tan pegados a ti como ese objeto lo está a tu mano. Muchas veces creemos que un sentimiento se aferra a nosotros. Y realmente es diferente… siempre tenemos el control, lo que ocurre es que lo desconocemos. Ahora, suelta ese objeto. ¿Qué ha ocurrido? Soltaste el objeto y éste se cayó al suelo. ¿Fue algo difícil? Claro que no. A esto nos referimos al hablar de «soltar».

Puedes hacer lo mismo con cualquier sentimiento: decidir soltarlo. Siguiendo con esta misma analogía: si fueras andando con la mano abierta, ¿no sería difícil aferrarte al lapiz o a otro objeto que sostuvieras? Pues, del mismo modo, cuando permites o aceptas un sentimiento, estás abriendo tu conciencia, y esto permite que el sentimiento se caiga por sí mismo —como las nubes que cruzan el cielo o el humo que asciende por la chimenea con el tiro abierto. Es como si quitaras la tapa de una olla a presión.

Si ahora tomaras el mismo objeto —un lápiz, un bolígrafo o una piedrecita— y lo ampliaras lo suficiente, se parecería cada vez más a un espacio vacío. Verías los intersticios entre las moléculas y los átomos. Cuando te sumerjas en el mismo núcleo de un sentimiento, observarás un fenómeno similar: en realidad ahí nada hay. Cuando vayas dominando el proceso de la liberación, descubrirás que hasta tus sentimientos más profundos sólo están en la superficie. En el núcleo estás vacío, en silencio y en paz, y sin el dolor y la oscuridad que muchos suponemos. De hecho, incluso nuestros sentimientos más extremos carecen de más sustancia que una pompa de jabón. Y ya sabes qué ocurre cuando tocas con el dedo esa pompa de jabón: estalla. Esto exactamente es lo que pasa cuando te sumerges en el núcleo de un sentimiento.

Por favor, recuerda estos tres ejemplos mientras avanzamos juntos por el proceso de la liberación. Soltarte te ayudará a librarte de todos tus patrones de conducta, pensamiento y sentimiento no deseados. Lo único que se te pide es que estés lo más abierto que puedas al proceso. La liberación te dejará libre para acceder a un pensamiento más claro, pero no se trata de un proceso de reflexión.

Aunque te ayudará a acceder a una mayor creatividad, no necesitas ser especialmente creativo para ser eficiente en ese proceso. Cuanto más te dediques a ver, oír y sentir el funcionamiento del proceso de liberación, en vez de pensar en cómo y por qué funciona, mejor provecho sacarás de él. Déjate llevar todo lo que puedas por el corazón, nunca por la cabeza. Si te encuentras algo atascado en tus intentos de comprenderlo, puedes recurrir al mismo proceso para liberarte de «querer comprenderlo». Te aseguro que, a medida que trabajes con este proceso, lo irás entendiendo mejor con la experiencia directa de seguirlo. Así pues, ¡vamos! Decide soltar”.

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