Esta
mañana comencé Meditación Masiva Chile comentando con los presentes que por
muchos años he creído que hay dos posibles vías para la iluminación espiritual:
la meditación y
el amor. A la meditación se le considera el sendero de la
sabiduría, y a la segunda el sendero de la devoción.
Al
terminar la convocatoria de hoy de Meditación Masiva Chile, comentaba con
algunos de los presentes que nos quedamos compartiendo y ahondaba respecto a
esta mención de las vías de iluminación, y con ellas comentaba profundamente mi
visión al respecto.
La
meditación se puede practicar a solas, pero el amor requiere volverse hacia el
otro. Al hombre, quizás la soledad se le da con cierta naturalidad, pero a la
mujer, por su profunda necesidad de amar, esto le resulta algo difícil.
Así,
mientras la energía masculina llega a un amplio desarrollo de conciencia a
través de la meditación en soledad, la mujer llega más fácilmente por medio del
amor, en compañía. Para que el hombre acceda a lo divino, primero debe ser
meditativo y luego le llega el amor. Pero con la mujer sucede exactamente lo
contrario. Todo su ser se juega en la compañía y convivencia con otro y, cuando
es amada y ama, es nutrida. Por ello, para la energía femenina la meditación se
produce cuando existe una profunda fusión de amor,; la energía femenina primero
amara y, mediante el amor, florecerá la meditación y una comprensión más
profundas.
En
pocas palabras, para resumir; en la mujer el amor es la raíz y la meditación,
la flor. En el hombre, la raíz es la meditación y el amor, la flor.
Por
lo tanto, cuando una mujer contacta con el amor autentico la profundidad de su
ser se conmueve y un compañero inadecuado le resultara menos satisfactorio
porque este solo le satisfará superficialmente, pero nunca el centro de su ser,
a niveles más profundos. Por lo que ella solo será satisfecha por un ser de una
calidad de conciencia más elevada. El hombre a su lado tendrá que afrontar el
reto y volverse más meditativo para que florezca el amor en el o la relación se
romperá.
Lo
mismo sucede con la energía masculina. Cuando el hombre se vuelve más
meditativo su compañera deberá crecer espiritualmente o la relación pronto
estará en riesgo. Entre más meditativo sea el hombre querrá estar solo y esto
puede inquietar a su pareja, a menos que ella sea comprensiva de dicha
necesidad, pero la comprensión solo puede estar presente si evoluciona su amor.
Ella entonces no solo podrá permitir sino hasta cuidar o acompañar la soledad
de su pareja y en esto radicara su verdadero amor.
Finalmente,
es sencillo; la evolución de uno supone la del otro, porque de otra manera
crecerán los conflictos y las fricciones serán inevitables, constantes e
insolubles. Por eso cuando uno y otro se sienten amados, respetados, honrados,
protegidos y cuidados nunca sentirán la necesidad de escapar de la relación.
Solo
así es posible lograr una armonía que evolucione constantemente: el hombre
podrá estar dedicado a su meditación y la mujer absolutamente involucrada en el
amor auténtico; logrando así, un encuentro completamente sincrónico, perfecto y
sagrado.
Abrazos
fraternales en la luz del amor
Daniel
Miccael Sais © 2013
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