miércoles, 23 de agosto de 2006

CUENTO - La Apertura de Conciencia y el Fin del Mundo (Todos tenemos que aprender)

CUENTO
LA APERTURA DE CONCIENCIA Y EL FIN DEL MUNDO
 
                Don Jaime era considerado, desde hace algún tiempo, un hombre un poco extraño; no era exactamente un loco, pero su conducta no era lo que en su pueblo se considera normal.
                Ese día, cuando lo vi llegar por la entrada principal del hotel, me apresuré a salir a saludarle, pues estaba dispuesto a enterarme del porqué de ese cambio. Quería saber qué fue lo que pasó para que este hombre cambiara de un día para otro y se convirtiera en una persona retraída y con una expresión permanente de tristeza en el rostro.
                Contestó a mi saludo de forma distraída. Caminó hasta el bar y se sentó en la mesa de siembre a tomar su café.
- “Don Jaime, ¿qué pasó aquel día en el hotel para que usted cambiara tanto?”
Me miró durante un momento. Continuó con su café y su cigarrillo, y luego me dijo:
- “Vamos a mi casa, allí podremos hablar más tranquilos. Hay una condición; usted como periodista deberá hacer que todo el mundo se entere de lo que le voy a contar sin cambiar una sola palabra”.
Ya en su casa, y sin ningún preámbulo, como deseosos de quitarse un peso de encima, comenzó de inmediato su relato.
“De lo que pasó esa noche no me he repuesto aún, y creo que no lo lograré en mucho tiempo. Los empleados habían terminado de dar los últimos retoques a la decoración del hotel y yo fui a ver si estaba todo a punto, ya que al día siguiente era la inauguración. Cuando me iba recordé que no había revisado aún la sala de fiestas, donde se realizaría la cena de gala. La recorrí casi hasta la mitad, sintiendo algo muy extraño a medida que me alejaba de la puerta. Era como un sonido muy agudo pero de mil tonos distintos. Al principio me asusté pensando en algún fallo en las tuberías de agua o gas, pero comprendí que eso era imposible, y comenzó a picarme le curiosidad.
Sobre el mismo piso de baldosas habían colocado una gran alfombra, y algo en ella me llamó la atención; era como si por zonas cambiara de color, como si una capa negra, a veces roja, otras azul, pero siempre transparente, cubriera el verde de la alfombra.
Me agaché para ver mejor y, con asombro, comprobé que eran millones de puntos que se movían rápidamente de un lugar a otro, pero siempre formando grandes grupos.
 
LOS BIDIS: SERES BIDIMENSIONALES
Los observé con mucha atención y pude darme cuenta de que se trataba de seres, seres vivos, bidimensionales: los bidis, que eran largos y anchos, es decir, carecían de altura.
Su vida duraba pocos minutos y su vocabulario era tan elemental que enseguida pude entenderlos. Sus cuerpos estaban impregnados por una emanación energética, especie de aura, que pude detectar variaba de color. Estos colores eran blancos, amarillos, rojos y negros.
El color azul significaba el estado habitual de estos seres; el blanco EVOLUCIÓN ESPIRITUAL; el rojo, significaba violencia; el amarillo, falsedad, hipocresía y egoísmo; y el negro odio extremo.
Cada cual entendía las palabras que pronunciaban sus semejantes interpretadas y filtradas a través de su propio color o estado. Por ejemplo, mientras la palabra ADELANTE significaba ánimo o aliento para un blanco, un azul la interpretaba como orden de caminar, y la misma palabra para un negro significaba dar muerte a sus enemigos.
Lamentablemente, los colores que emitían solamente se podían ver desde arriba y, por tanto, sólo seres tridimensionales podíamos apreciarlos. Su bidimensionalidad les imposibilitaba el poder ver desde arriba y, por tanto,  ellos no percibían los colores.
Con mucho cuidado acerqué mi oído a la alfombra y me puse a escuchar con atención.
Hablaban de los castigos de Dios y de las causas de esos castigos. Comentaban que únicamente cesarían si se lograba acabar con los enemigos de Dios. Los CURVALANTES DE OCCIDENTE se encargarían de combatir defendiendo el AMOR DIVINO, que era la salvación.
Algo inquieto fui hasta la otra mancha y decían lo mismo, salvo que esta vez los defensores eran los CURVALANTES DE ORIENTE, y, yendo de mancha en mancha, supe que había cinco grupos de defensores de Dios y que, aparte de los ya nombrados, eran: los CURVALANTES DEL SUR, los CURVALANTES DEL NORTE y los RECTILÍNEOS.
 
HISTORIA DEL UNIVERSO BIDI
Logré localizar una escuela donde un maestro de los CURVALANTES DE OCCIDENTE narraba a sus alumnos algunos pasajes de su historia pasada:
-“Durante muchos milenios estuvimos en completa oscuridad y aprisionados, hasta que un día, con mucho ruido, muerte y destrucción, todo comenzó a dar vueltas.
Cuando aquel período maldito – el Período del Espiral – terminó, apareció la luz. No sabíamos de dónde venía ni qué era, pero allí estaba y aún está.
Podíamos ya comunicarnos con toda facilidad y era más sencillo encontrar comida, pues al no estar aprisionados podíamos desplazarnos con más comodidad.
Todo iba bien hasta que los Bidis comenzamos a querer más y más terreno. Quisimos tener más comida de la necesitábamos y comenzaron las discusiones.
Así transcurrieron nuestros días, entre disputas y peleas, hasta que un día los dioses empezaron a castigarnos periódicamente. Los grandes cataclismos se sucedían a intervalos fijos y en lugares equidistantes a todo lo largo del universo Bidi.
Estos dioses trajeron la destrucción y la muerte. Miles y miles de Bidis murieron. A pesar de todo, seguimos discutiendo y luchando los unos contra los otros, por lo que los dioses continuaron castigándonos, Ahora se han detenido.
Muy cerca de aquí fue el último. Hoy iremos a verlo y rezaremos a Dios para que nos ayude, pues el deber de los niños es orar hasta que tengan la edad suficiente y puedan ir a la guerra a defender  la Verdad.
Todos comenzaron a moverse y luego se pusieron a rezar junto a una de mis pisadas. Entonces me llené de horror. Mis pisadas eran consideradas como la manifestación divina, o sea, que yo había matado a miles y miles de esas pequeñas criaturas.
De repente pensé en la fiesta del día siguiente y la catástrofe que supondría, para esos diminutos seres bidimensionales, que la sala se llenara de gente.
Pasaba el tiempo y los bidis seguían haciendo la guerra y matándose los unos a los otros. Una vez ganaban unos, y otras otros y las generaciones de esos seres de tan corta vida tenían cada vez menos posibilidades de salvarse. Levanté a uno de ellos en la palma de mi mano y una exclamación de estupor salió de aquel diminuto ser.
-“¡Oh, Dios mío!”
-“Escucha Bidi” – le dije -, “yo no soy Dios, pero ahora eso no importa”.
 
INMINENTE CATÁSTROFE
Intenté explicarle cuál era la situación, y le dije que deberían marcharse de allí antes que llegaran los invitados al día siguiente. A pesar de mis esfuerzos para expresarme en la forma más comprensible, el asustado Bidi no daba crédito a mis palabras, y como yo advirtiera en su expresión que seguía identificándome con Dios, me vi obligado a usar palabras como castigo de Dios, salvación, etcétera, para conseguir mi propósito.
Al fin, cuando había comprendido mi mensaje, le dejé nuevamente en la alfombra y el Bidi se puso de inmediato a trabajar.
Al poco tiempo se había formado a su alrededor un pequeño grupo que colaboraba con él y juntos recorrían los distintos grupos y pueblos contando lo que yo le había explicado.
La gente comenzó a seguirle cada vez en mayor número. Algunos de los que se cruzaban empezaron a unírsele. Esto hizo que los jefes y sacerdotes del culto Bidi comenzaron a preocuparse. Entonces le acusaron de faltar a la ley y le mataron, estableciendo que castigarían del mismo modo a todos los que pensaran como él.
Sus seguidores se dividieron y continuaron trabajando en secreto, formando pequeños grupos que crecían poco a poco, cosa que yo notaba claramente por su cambio de color. Pero esto era lento, muy lento, debido al hermetismo que guardaban.
Pensé que debía intentar otros métodos para los que no conocía esta forma de trabajo. Observando las puertas comencé a gritar a los que se encontraban más cerca de ellas:
-“¡Adelante! ¡Adelante está la salvación!”
-“Oíd, oíd, Dios nos habla y nos indica la verdad. Como veis, los CURVALANTES DE OCCIDENTE teníamos razón. Si alguien tenía alguna duda ya no la debe tener y si sigue dudando es un traidor que merece el destierro y la muerte. ¡Matemos a los enemigos de Dios!”
Lo mismo ocurrió con los CURVALANTES DEL SUR, los CURVALANTES DEL NORTE y los RECTILÍNEOS.
 
EL DESTIERRO COMO SALVACIÓN
De nuevo la guerra con más bríos cada vez. Aquello era lamentable. La noche terminaría, llegaría la fiesta y todos esos seres morirían o, por lo menos, millones de ellos.
Mientras reflexionaba intentando encontrar una nueva firma de ganar tiempo para ayudar a aquellos desdichados, vi cómo algunos Bidis de cada grupo eran conducidos hasta el borde de la alfombra y luego obligados a pasar a una pequeña franja de baldosas. Era el destierro de los que pensaban que la salvación no estaba n la guerra sino en la objetiva interpretación de las palabras de Dios; los que pensaban que la voz de Dios no se había manifestado para dar la razón a nadie en concreto sino para marcar el camino a seguir.
Eran los seguidores de aquel que yo cogiera en mi mano y a quien posteriormente mataron por difundir mi mensaje. Eran los condenados por haber tenido el atrevimiento de exponer mi mensaje y sus pensamientos públicamente.
En la región de la muerte acabarían muriendo por la falta de alimentos y las bajas temperaturas.
Dando saltos y tratando de no pisar por donde viera manchas en la alfombra, llegué hasta las baldosas.
Allí vi a todos los desterrados haciendo extraños ritos y a la vez muriendo de hambre y de frío, cosa que no parecía preocuparles mucho.
Pero necesitaba evitar que ellos murieran, sobre todo pensando que merecían salvarse.
Busqué en mis bolsillos y encontré un sobre con azúcar. Comencé a arrojársela con mucho cuidado, tratando de formar caminos de comida para que todos los grupos se reunieran
.-“¡Ved, hermanos, ved! Dios aún confía en nosotros, como nosotros confiamos en él. Dios nos manda comida y llega de esa región que ya todos intuimos: el ARRIBA. Es otra confirmación; el ARRIBA existe”.
Poco a poco, y sin dejar de practicar cada uno sus ritos, los distintos desterrados fueron acercándose hasta formar  un solo grupo. Cuando estuvieron todos juntos, con una cierta paz y tranquilidad, comenzaron a conversar entre ellos. Analizaban su pasado y el origen de su actual situación.
 
ASCENDER HACIA LA TERCERA DIMENSIÓN
Llegaron a la conclusión de que el Período Espiral fue el que les tuvo limitado durante milenios, no permitiéndoles ver el ARRIBA, Que el Período Espiral fue sólo el comienzo, no un período malo, como decían los sacerdotes de los cultos oficiales.
-“Cuando el Período Espiral concluyó, después del gran cataclismo, apareció LA LUZ. Con el tiempo, empezaron las disputas, luchas y hegemonía por la defensa de la VERDAD que, como bien sabemos los desterrados, fue siempre parcial y subjetiva, nos condujeron a las guerras y a la situación actual.
Por eso, hermanos, ahora, gracias a la ayuda de Dios y alejados de esas guerras, podemos finalmente juntar nuestras manos y fundir nuestra energía y juntos levantar nuestra oración a Dios”.
Al juntarse todos y unir sus manos, comprendieron cuál era la verdad de lo que intuían. Observé cómo en aquella relativa paz algunos, los más avanzados, comenzaban a despertar su intuición e incluso llegué a escuchar cosas como éstas:
“Ahora ya estamos seguros. Si trabajamos, nos movemos, podremos a llegar a ser TRIDIS. Ascenderemos de dimensión y en esa dimensión los días duran siglos, los seres milenios y los años miles de milenios. Viviremos en tres dimensiones.”
Mientras continuaban sus meditaciones traté de ver qué pasaba entre los guerreros.
Todo seguía igual, continuaban peleando. Ahora habían ganado posiciones los RECTILÍNEOS que, debido a su estrategia militar, se desplazaban a mayor velocidad y con menos desgaste por hacerlo en línea recta.
Quise hacer un último intento y con el sobre de azúcar levanté un pequeño grupo de RECTILÍNEOS para explicarles mejor la situación.
Aterrorizados se arrojaron al vacío muriendo al golpearse contra el suelo. No obstante, uno de ellos cayó en buena posición y no murió.
Cuando se hubo recuperado del susto, corrió a reunirse con los suyos y comenzó a explicarles lo sucedido, pero llegaron los jefes del ejército y se lo llevaron.
Volví con los de la región de la muerte para ver cómo iban. Necesitaba que conocieran el Arriba para que pudieran ver las puertas de salida y caminaran hacia ellas. Necesitaba que las vieran ellos, para que se convencieran y no volvieran a repetirse los malos entendidos.
 
EL RITUAL HACIA LA SALVACIÓN
Observándoles un momento, pude ver a algunos de los más brillantes que congregaban a otros a su alrededor. Habían organizado un ingenioso rito que, a pesar de su lentitud, no obstante conseguía dar el resultado de que al menos uno lograba ver el camino.
El ritual fue así:
Primero, 12 de ellos se situaban en el centro y formaban un círculo. Se acercaban otros 7, se detenían un instante, hacían una pequeña oración y procedían a encaramarse sobre los 12 situados en círculo, formando así una pirámide truncada. Luego, 5 más repetían esta operación.
Después se aproximaban otros 3. De nuevo oraban unos instantes y se encaramaban como podían: primero sobre los 12 de la base, después sobre los 7 de arriba y a continuación sobre los 5, formando así un tronco de pirámide aún más alto.
Finalmente, se acercaba uno solo, permanecía en silencio durante unos instantes y comenzaba su ascenso hasta la cúspide de la pirámide, donde se quedaba hasta la terminación de los cánticos que entonaban los espectadores.
Entonces, el que estaba en la cúspide, descendía hasta el suelo deslizándose entre sus compañeros y en solitario emprendía la marcha hacia una de las puertas.
La pirámide tenía como objetivo que el que estuviera supiera en qué dirección caminar.
Cogí al que se marchaba en dirección a la puerta y le pregunté el porqué de este ritual.
-“Los 12 primeros que forman la base de la pirámide simbolizan la síntesis de tu manifestación total y el primer escalón es el símbolo de avance, el que nos impulsa hacia delante. Después vienen 5 más que significan la firmeza, la base de apoyo para continuar en nuestro ascenso en la pirámide. Los 3 siguientes significan la toma de consciencia de las tres dimensiones, que se logra cuando se ha ascendido mediante el trabajo y el servicio, y el último es la integración definitiva en la tercera dimensión, el que ve el camino  e inicia la marcha hacia la salvación.”
Una sonrisa comprensiva se dibujó en mi rostro cuando el Bidi INICIADO terminó su relato. Manteniéndolo todavía en mi mano le dije cariñosamente:
-“¡Qué complicados sois! Os centráis tanto en el riguroso seguimiento del ritual que os olvidáis del objetivo principal. No obstante, antes de que te vayas te voy a pedir un favor; regresa y di a tus semejantes que abran bien sus oídos, pues yo les voy a hablar.”
-“Sí, mi Señor”.
-“Otra cosa; antes de bajar observa que hay varias puertas por las que podréis salir; no sólo una como pensabais.”
-“Sí, mi Señor.”
-“Yo no soy tu Señor, yo no soy Dios, pero en fin, eso ahora no es importante. Recuerda bien dónde has visto las puertas y diles a los tuyos que deben caminar hacia ellas porque dentro de muy poco tiempo vendrán aquí muchos seres como yo y eso, para vosotros, será un verdadero desastre del que muy pocos os salvaréis.¿Has comprendido?”
-“Sí, mi Señor.”
“Una cosa más. Algunos de vosotros deberéis ir a contar esto y explicárselo a los que están en las tierras de la muerte, y luego a los guerreros. Además, los primeros que vayan saliendo por las puertas deberán regresar y convencer con su seguridad a los más rebeldes. Todos debéis salir de aquí cuanto antes.”
Depositándole de nuevo en el suelo, entre los demás Bidis, les dije:
“Escuchad a éste, a este hermano que os lleva un mensaje mío.”
Nada más llegar les vi moverse; les fui arrojando azúcar, señalando su camino para que no murieran de hambre.
Otro grupo, encabezado por el que yo había levantado del suelo, comenzó a moverse hacia la región donde estaban los guerreros combatiendo.
 
MATANZA MASIVA
Cuando les miré me quedé horrorizado. Se estaban exterminando los unos a los otros con un arma que, a su nivel, era terriblemente destructiva.
Empujándose unos a otros se provocaban la caída en los agujeros de un enchufe eléctrico situado a ras del suelo. Debido a la acumulación de Bidis que caían sobre el enchufe, de vez en cuando se producía una descarga eléctrica que mataba a cientos de ellos.
El grupo de desterrados logró por fin llegar a lugar de las peleas y camuflándose entre los guerreros comenzaron a trabajar. Explicaban la situación y la forma de salvarse a los que estaban más predispuestos a escuchar y muchos terminaban por comprender.
Yo podía observar su progreso por el cambio de color de la energía que les rodeaba. Formaron un grupo tan numeroso que llegaron a presencia de los sabios que estaban trabajando afanosamente para lograr nuevas armas más poderosas que acabaran con todos los enemigos.
-“¿Qué pasa?” – interpelaron a los recién llegados.
-“Dios nos ha enviado para que os comuniquemos un mensaje: que dejemos de luchar entre nosotros y caminemos todos juntos hacia las salidas que nos conducirán a la salvación. Queda ya muy poco tiempo y no lo debemos malgastar luchando, pues dentro de poco se producirá un gran cataclismo que no dejará ni rastro de nosotros, y los poco que se salvan lo recordarán por los siglos de los siglos.”
-“¿Así que Dios os envía con ese mensaje?”
-“Así es.”
-“¿Os creéis entonces los elegidos de Dios, no es así? Pues con vosotros probaremos nuestros inventos.”
Habían descubierto que llevando a los prisioneros junto a una de las paredes éstos se quedaban inmovilizados, siendo presa fácil para sus enemigos o muriendo de hambre y frío. En realidad se trataba de dejarles “pegados” a una tela de araña, casi imperceptible a mis ojos, que se encontraba situada entre el suelo y la pared.
Comenzó entonces una tremenda matanza sin que yo pudiera hacer nada por evitarlo. Los pocos que se salvaron lo lograron porque se confundieron entre los Bidis soldados y allí, diseminados entre los demás, empezaron a trabajar en secreto para convencer a pequeños grupos de la necesidad de paz que les facilitaría alcanzar la evolución a etapas superiores.
Entonces, al ver la lentitud de los acontecimientos, se me ocurrió levantar la alfombra y hacerles caer hacia las puertas de salida.
-“Ved, Dios nos indica cuál es el camino haciéndonoslo más fácil de recorrer.”
-“No, Dios pone una dificultad para probar nuestra lealtad. Debemos dirigirnos hacia el otro lado.”
-“No.” -“Sí.” -“No.”
Comenzó allí mismo una nueva batalla. Yo ya no sabía qué hacer. De mi agenda recorté unos papeles. Con un rotulador les dibujé unas flechas. Las fue colocando de forma que las flechas quedaran indicando las distintas puertas por las que podían salir.
Las batallas cesaron momentáneamente, y todos se acercaron cautelosos hasta los papeles.
-“¡Un mensaje de Dios! A pesar de todo, él no nos olvida y sigue ayudándonos. He aquí la señal: la flecha nos indica el rumbo que debemos seguir.”
-“Un momento, el mensaje no es la flecha, sino el papel.”
-“No, no, os equivocáis. No es la flecha ni el papel, es la tinta con qué está escrito el mensaje.”
-“No, los papelólogos somos los que verdaderamente sabemos interpretar a Dios.”
-“No es cierto. Somos nosotros, los flechólogos.”
-“Ni los unos ni los otros, sino los tintólogos, somos los únicos intérpretes del mensaje divino.”
-“no.” “Sí.” “No.” Sí.” “No.”
-“Guerra a los enemigos de la verdad. La verdad es nuestra. Luchemos por defenderla.”
 
En ese momento tuve que hacer un gran esfuerzo para no participar en esa guerra, pues tenía deseos de comenzar a saltar sobre ellos. ¿Cómo hacerles entender?
Observando la alfombra vi que se habían formado grupos que seguían a un Bidi que andaba erguido. Luego vi varios grupos más que se encaminaban a distintas puertas.
 
LLEGADA AL PARAÍSO
Cogí en mi mano a uno de los que andaban erguidos.
-“Oh, Dios, estoy cumpliendo con lo que me ordenaste. Fui hasta las puertas de la salvación y de pronto vi el paraíso, vi el cielo, el sol, las montañas, pájaros muy hermosos y cosas que nunca había visto antes. He vuelto y les he contado a mis hermanos lo que he vivido. Ellos, al verme tan joven a pesar de mi edad, me han creído. Les he demostrado que viviendo en el arriba y tomando conciencia de las tres dimensiones, el tiempo es distinto y uno puede vivir siglos.”
-“¡Al fin uno! Este, sin duda, fue por el ascensor.”
Le puse nuevamente en tierra y, a pesar de que todos estaban mucho más viejos en la bidimensión, aún lo recordaban y lo siguieron con más fe.
Cogía a otro cabeza de grupo que iba hacia otra puerta y me dijo:
-“Señor, estoy cumpliendo con la misión que me encomendaste. A pesar de que casi ninguno de los hermanos que salieron conmigo quisieron volver, yo sí he vuelto para contar a mis hermanos que he visto el paraíso con gente muy grande que se mueve muy rápidamente, vehículos circulando a gran velocidad, árboles, animales inmensos y hermosos, insectos más grandes que yo.”
Bueno – pensé -, esto va bien. Este salió por la puerta de la calle.
Así fui interrogando a varios de los que guiaban los grupos hasta que se fueron muriendo en el transcurso del viaje, que para ellos duraba años.
Varios grupos se cruzaron en un lugar, puesto que no iban a las puertas que tenían más cerca, sino a las que había visto el guía que les marcó el camino.
Su color no era tan claro como el de las generaciones anteriores, aquellas que habían tenido la oportunidad de caminar junto a los guías que habían visto las puertas de salida.
Cuando se encontraron todos, se alegraron y hablaron.
-“Hermanos, nuestros caminos se juntan. Os invitamos a ir con nosotros hasta el paraíso.”
-“También nosotros vamos al paraíso y no tenemos ningún problema en ir juntos hacia esa maravilla donde se ven montañas, el sol, las nubes, pájaros hermosos y tantas otras cosas nuevas.”
-“No, nuestro guía nos contó que así no es el paraíso. El paraíso está lleno de gente muy alta que se mueve muy deprisa, con vehículos asombrosamente veloces, con animales grandes e incluso insectos del tamaño de diez de nosotros.”
-“Tu guía mintió.”
-“No, el tuyo estaba equivocado.”
-“No”. “Sí”. “No”.
Y comenzaron de nuevo las rencillas, y con ellas la guerra en la que pronto estuvieron todos los grupos. Nuevamente se utilizaron las viejas y terribles armas, aquellas que no se sabía cómo actuaban, pero sí se conocían sus resultados.
La hora de la fiesta se acercaba y yo no veía forma de solucionar aquello. Entonces me decidí a salvar a los que estaban un poco aislados, sin participar en la guerra, y que eran el resultado de lso que sobrevivieron a la matanza de mis mensajeros.
Vi que eran muchos. Unos hacían los pirámides, otros se ayudaban mutuamente a caminar erguidos apoyándose unos contra otros, de dos en dos, otros simplemente intentaban erguirse, los más gritaban pidiendo mi ayuda.
-“¡Padre nuestro, ayúdanos!”
Fui juntándolos y metiéndolos en mis bolsillos, pero no podía salvar a todos. Eran demasiados y apenas faltaban dos horas para la fiesta. Entonces salí a pedir ayuda y vinieron unos amigos.
Como cada vez quedaba menos tiempo, se nos ocurrió la idea de traer cucharillas del bar con las que podíamos levantar a muchos a la vez, sobre todo a los que formaban las pirámides, a los que trabajaban en grupo y a los que veíamos solos, tanto intentando ponerse en pie, como orando por la salvación de los que los rodeaban, o ayudándose mutuamente y poniéndolos en una gran bandeja. Así continuó la operación rescate.
Como ya no teníamos tiempo y aún había muchos diseminados por la alfombra, se me ocurrió que podíamos trasladarla al almacén del hotel.
Mientras enrollábamos la alfombra pensé con tristeza: “Otra vez las tinieblas, la dificultad, la oscuridad. Un nuevo período espiral para los Bidis.”
Pero de pronto, en medio de la sala, comenzó a surgir una luz que nos produjo inquietud y cierto temor. Poco a poco esa sensación fue cambiando y sentimos una paz profunda y vitalizadora.
De aquella luz surgió lentamente un ser que nos dijo simplemente:
-“Gracias, hermanos, por lo que habéis hecho. De ahora en adelante me corresponde a mí y a otros como yo, que tenemos posibilidades menos limitadas que vosotros, continuar el trabajo, pues cuanto más abajo está el necesitado de ayuda, es necesario más esfuerzo para levantarle.”
Y poco apoco fue disminuyendo de tamaño hasta convertirse en un Bidi más entre los que estaban luchando ahora con armas tan poderosas que hasta la alfombra corría el riesgo de romperse.
La enrollamos rápidamente y la trasladamos al almacén del hotel.
Un nuevo y poderoso cataclismo se había producido para los Bidis. Otro período de oscuridad comenzaba para ellos: una nueva espiral. En ella ya no valían para nada sus armas y sus odios.
¿Quedaría olvidado todo el período de luz? Pasarían siglos y siglos bidis. ¿De nuevo volverían las dificultades, quizás las peleas, las guerras, o esta vez todo sucedería de otra forma? ¿Surgiría la armonía? ¿Habría servido para algo la experiencia anterior?
Hasta que un día el mundo de los Bidis volviera a girar y un nuevo cataclismo sería la señal para el comienzo de un nuevo período de luz y con ella…
 
Alberto Treba   

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