"Sonido, vibración, energía."
Desde la Antigüedad, el sonido tiene un uso Terapéutico: estimula emociones, transmite mensajes ligados a diversos estados físicos o permite viajar más allá del cuerpo para entrar en sintonía con los planetas, cada uno de los cuales tiene una frecuencia sonora específica.
En los mitos de la creación, el sonido (el Verbo) es la fuente de todas las cosas visibles e invisibles, y numerosas tradiciones religiosas lo consideran un medio para poner el espíritu en contacto con las esferas celestes, ya que el hombre es una parte del Todo y aspira a equiparar su conocimiento con la conciencia universal.
Este principio está presente, por ejemplo en el chamanismo. El chamán actúa como mediador y utiliza las vibraciones sonoras para restablecer la armonía entre los individuos, la comunidad, la naturaleza que lo circunda y lo sobrenatural. El conocimiento de las vibraciones sonoras ya estaba difundido en el siglo V a. de C. Pero existen también huellas de pequeños cuencos de metal con forma de bóveda craneal, cuya fabricación se remonta aproximadamente a 1.100 años antes del nacimiento de Cristo. Si se golpea primero la parte frontal de estos cuencos y después el punto que correspondería, en un cráneo, al hueso temporal, se obtienen dos tonos que difieren en una tercera.
Los místicos de todos los tiempos han atribuido a la música un lugar preponderante. El sufismo, por ejemplo, considera el sonido una fuente de inspiración para la meditación y una vía directa para acercarse a lo divino.
Los cuencos
Los cuencos tibetanos se obtienen casi siempre a partir de la aleación de siete metales, cada uno de los cuales simboliza un planeta.
• Oro: Sol
• Plata: Luna
• Mercurio: Mercurio
• Cobre: Venus
• Hierro: Marte
• Estaño: Júpiter
• Plomo: Saturno
Existen diversos tipos de cuencos tibetanos.
Su sonido varía según las proporciones de los componentes de la aleación, la forma y el espesor del metal con que están hechos. Casi todos tienen un color más o menos dorado, pero algunos están recubiertos exteriormente de laca negra.
Los cuencos pequeños, de colores brillantes, forma redonda y hechos de metal ligero son de origen japonés y emiten un sonido argentino, como el de la campanilla.
Otros modelos, procedentes de la India, tienen la base en forma de cáliz con un fondo sobreelevado llamado fondo de botella. Algunos presentan decoraciones en forma de circunferencias, puntos, estrellas u hojas.
Los que provienen de Nepal muestran en el exterior una inscripción en escritura devanagari que indica el nombre del propietario o la ceremonia en la cual eran utilizados.
Los efectos de las ondas sonoras.
Christiaan Huygens, un estudioso holandés del siglo XVII, observó que dos péndulos, colocados uno al lado del otro, después de cierto período de tiempo terminan por seguir el mismo ritmo. De igual manera, dos ondas distintas, pero de la misma naturaleza, tienden a unirse y vibrar al unísono. Este fenómeno se denomina concordancia de fase.
Cuando se percute un cuenco tibetano se crean fuertes vibraciones que se propagan a lo largo del brazo y se difunden rápidamente por todo el cuerpo, masajeándolo en profundidad. Se crea así una concordancia de fase entre el cuenco tibetano y su poseedor, que muchas veces provoca un estado de vacuidad, de unidad y de profunda paz que va más allá del simple relajamiento.
El cuerpo humano es un conjunto de vibraciones y de ondas. Los órganos sanos vibran con la frecuencia justa y están bien afinados, mientras que los enfermos tienen una frecuencia alterada. Es por este motivo que el ultrasonido se utiliza en tratamientos fisioterapéuticos.
Las vibraciones de los cuencos tibetanos atraen la frecuencia armónica original y estimulan el cuerpo que, al entrar en sintonía con la frecuencia de los cuencos, vuelve a encontrar por sí mismo sus propias frecuencias armónicas. Guiado por estas vibraciones, el cuerpo se une a las ondas vibratorias primordiales.
Las ondas electromagnéticas.
Las recientes investigaciones sobre las ondas electromagnéticas del cerebro han puesto de manifiesto cuatro frecuencias distintas, cada una de las cuales está unida a diferentes estados de la conciencia.
• Ondas beta: producidas en estado de vigilia.
• Ondas alfa: generadas por el cerebro cuando se encuentra en estado de calma y meditación.
• Ondas theta: ligadas al estado de duermevela o de sueño ligero.
• Ondas delta: asociadas al sueño profundo.
Las ondas sonoras de los cuencos tibetanos corresponden a las ondas alfa. Estas provocan un profundo relajamiento y favorecen el acceso ala dimensión interior de nuestro ser.
La elección de un cuenco tibetano.
Si estás interesado en adquirir un cuenco tibetano has de saber que todos emiten sonidos diferentes según las condiciones físicas, psíquicas y emotivas del tañedor; además, cada persona tiene una frecuencia vibratoria particular, que se refleja en el cuenco, y percibe el sonido y sus vibraciones de manera diferente.
El sonido de algunos cuencos puede parecer poco armonios a nuestros oídos occidentales, pero no hay que olvidar que ofrece beneficiosos efectos terapéuticos.
Lo esencial es adquirir uno que nos atraiga y nos produzca una sensación de bienestar, procurando no hacer una elección basada exclusivamente en criterios estéticos. En el momento de elegir un cuenco es importante fiarse de la intuición.
Una vez tengas el cuenco, lo debes colocar sobre una mesa que esté cubierta con un paño y dejarlo inmóvil, poniendo dos dedos en el centro del mismo. Cuando esté quieto, golpéalo sobre el borde externo con un martillo o con el canto de la mano y repite este gesto varias veces. Deja que el sonido se propague para apreciar su amplitud y sus matices.
También puedes poner el cuenco en el hueco de una mano con el brazo separado. Golpéalo y déjate penetrar por el sonido. Olvida este sonido y escucha con el cuerpo, que responderá con un eco a las vibraciones. Si dentro de ti se origina una sensación de rechazo, significa que en ese momento no existe armonía entre ese cuenco en particular y tú, y en tal caso es mejor no adquirirlo.
No olvides que los cuencos tibetanos tienen, sobre todo, la finalidad de provocar una sensación de bienestar físico y espiritual.
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