Antes de que existiera el lenguaje, los antepasados de los humanos actuales utilizaban otros sistemas de comunicación. Usaban señales visuales, sonoras… y olfativas.
 
Hasta 500 sustancias químicas distintas produce el cuerpo humano con un significado muy concreto que se percibe gracias al sentido del olfato.
Se trata de las feromonas, gracias a las cuales podemos enviar mensajes seductores, detectar el momento idóneo para mantener relaciones sexuales, e incluso reconocer estados de ánimo.
 
Así lo contó recientemente en Madrid el etólogo humano de la Universidad de Viena, Karl Grammer, invitado por la Fundación La Caixa para dictar la conferencia Feromonas humanas y comunicación.
 
“Por el olfato podemos descubrir muchos detalles de nuestro interlocutor; si es feliz o no, si tiene miedo, si está angustiado… y naturalmente si es receptivo sexualmente o no”, afirma Grammer sin pestañear. En los laboratorios del Instituto de Etología Urbana de Viena, donde se llevan cabo las investigaciones, llevan años estudiando las señales químicas de los humanos.
 
“Por ejemplo, un hombre que no se haya duchado durante varios días puede causar rechazo entre la mayor parte de las mujeres que estén en una discoteca; pero seguro que habrá alguna a la que le parezca atractivo. Con seguridad, ella estará ovulando. Esto no significa que se vayan a la cama corriendo, porque ella tiene el poder de decisión”, declara el etólogo alemán.
 
Al parecer, pasa lo mismo en el sentido contrario, puesto que los hombres tienen un radar en sus pituitarias.
 
“Al contrario que en otros animales, las mujeres no tienen signos externos de estar receptivas, por eso los hombres utilizan una especie de detector para captar la copulina, una de las feromonas femeninas de atracción sexual que se emite durante la ovulación”, dice el experto, que añade que esta sustancia hace atractiva a quien la emite.
 
En ese flujo de comunicación olfativa no hay engaños, como puede ocurrir en el lenguaje. Las feromonas dicen la verdad de los sentimientos y de otros aspectos fisiológicos de quien las emite. Según señala Grammer, las mujeres saben distinguir incluso la capacidad inmunológica del portador.
 
“En la selección del macho ella busca un sistema inmune similar y diverso a la vez, y esa respuesta sólo puede llegar con las feromonas”, afirma.

“A ellas les gusta el olor de los genes parecidos pero diferenciados. Es una cuestión puramente reproductiva. Prefieren lo conocido, pero que no sea igual. Así se evita el incesto y la consanguinidad. Todo ello forma parte de la biología más profunda, de las leyes de la selección”, añade el experto en etología, una ciencia que estudia el comportamiento animal, y en este caso el de los humanos.
 
El sudor del labio
 
La androsterona, otra feromona que prácticamente sólo produce el hombre, estimula a la mujer durante la ovulación “y les encanta durante la menstruación”. Es tan sugerente el poder de la androsterona que llega a “desestabilizar el ciclo menstrual”.
 
Muchas veces se encuentra en el sudor de los hombres que surge en el labio superior. Esta sustancia química puede inducir incluso a una relación entre hombres, según Grammer.
 
Aunque la industria cosmética busca el perfume perfecto, no existe. La respuesta es que no hay un sólo perfume para todos. Todos tenemos una huella olorosa que nos identifica y diferencia de los demás. Así que es imposible reproducir a la carta esos efluvios.
 
Los estudios sobre el olfato del profesor Grammer han abierto un nuevo horizonte en el estudio de la percepción humana. Una facultad que existió, pero que se ha atrofiado en un rincón del cerebro por falta de uso. No obstante, este científico está convencido de que con un poco de entrenamiento volveríamos a percibir, por narices, todo un mundo de sensaciones actualmente desconocidas.
Fuente: El Mundo