El Silencio es el oxígeno de la vida espiritual, es la nota que tenemos que emitir para poder vivir la Verdad de lo que somos. Ruido es todo aquello que no permite que la energía del Alma fluya ininterrumpidamente por su instrumento. El ruido nos lleva a la desconexión, al fracaso, a la enfermedad y al desaliento.
El Silencio es el habitat del Alma. Es el trasfondo desde donde puede surgir el sonido creador. El sonido no se opone al Silencio sino que lo completa, cuando este sonido expresa la armonía infinita de la Madre del Mundo. Entonces, desde el profundo silencio surge la Voz que organiza la sustancia de acuerdo al propósito divino.
Nuestra vida moderna se ha llenado de ruido, y este ruido ha penetrado las esferas mentales de la humanidad y se repite como un eco interminable. Entre tanto ruido, ¿cómo podemos encontrar nuestro camino?
Si bien podemos detectar la contaminación sonora, no nos damos cuenta del ruido interno que hacen nuestras emociones y nuestros pensamientos. Y ahí está el mayor problema que no sólo confronta la humanidad como un todo, sino también el cuerpo discipular. El RUIDO INTERNO.
Tuve una experiencia que me llamó a una honda reflexión. En mi meditación de las 6:00AM mi mente empezó a repetir la película que había visto en la televisión la noche anterior. Por más que me concentraba, aparecían las imágenes una y otra vez. Me sentí mal y comencé a buscar la causa de esta falta de concentración tan grande. Examiné mis deseos y confirmé que lo que quiero es meditar, orar. Chequié mis ideales. Sí, están todos enfocados en el desarrollo del Plan Divino hasta donde lo puedo captar. Entonces, ¿Qué pasa? ¿Por qué mi mente se escapa y sigue repitiendo las imágenes de la película de anoche?
Pensé en la antigua Grecia , en donde los grandes poetas y filósofos daban vida al Teatro Griego dedicado a lo sagrado. Luego vi como este teatro se fue incorporando a la vida humana como una llamada a la reflexión, luego se convirtió en un motivo de diversión, distracción. Llegó el cine, seguimos distrayéndonos y de repente, ¡llegó la TELEVISIÓN! ¡Santo Dios!, el cine se nos metió en la casa y se convirtió en una actividad de ¡todos los días! ¿De cuántas horas? Para una persona promedio calculo que de dos a tres, pero pueden ser cuatro o cinco. Y en la mayoría de los casos no hay aprendizaje, sólo diversión. ¿Qué nos ha pasado? ¿Cómo pudimos permitir que nuestra mente fuera “tomada” y atrapada de esta manera?
Cuando estudio las enseñanzas del Maestro D.K. y leo que el puente que une las dimensiones del alma y del espíritu con las dimensiones del intelecto, las emociones y la materia densa se hace con sustancia mental, y es precisamente el ser humano el encargado de hacer este puente, entonces me pregunto. Si quisiera impedir este Plan, si quisiera que estos dos mundos nunca se encuentren, tendría que poner un muro muy grande en la mente humana. Y amigos, ¿saben qué? Creo que ya está puesto. Es un muro que constantemente está proyectando imágenes de todo tipo y para todos los gustos, que nos mantiene por los senderos del mundo, sin mirar ni hacia adentro ni hacia arriba. Hay excepciones, pero son tan contadas, que practicamente no cuentan. Este muro tiene el poder magnético más grande pues atrapa nuestra atención con la magia de la imagen. Si se usara para el desarrollo de la conciencia, estaríamos ya en un planeta sagrado, pero … se usa para distraernos y anclarnos en el mundo de los sentidos, los placeres, la codicia… y otras cosas que no puedo mencionar pero que todos saben.
Tenemos un problema, uno grave. Estamos tomados por dentro y no nos damos cuenta, hemos entregando nuestro poder de reflexionar y penetrar a la esencia misma de nuestro ser. Creemos que pensamos, pero ¿pensamos realmente? ¿Con qué tiempo? ¿Cuántas horas dedicamos a la observación profunda, a la reflexión, a la introspección, a la meditación? Creo que no estamos cumpliendo, como especie, nuestra parte del plan en este esquema evolutivo.
Nuestra mente está tan tomada que no nos gusta el silencio y lo confundimos con la muerte, cuando es vida. Porque el silencio nos evidencia el vacío de pensamientos propios. Estamos tan acostumbrados a que otros hablen y digan lo que tenemos que hacer, lo que nos debe gustar, lo que debemos vestir, lo que debemos comer, cuanto tenemos que gastar, que cuando nadie dice nada, nos da una sensación de vacío, y es en el silencio en donde podemos lograr la plenitud. ¡Qué paradoja!
¿Por qué no funciona esa parte de nuestro equipo destinada a entrar en contacto con el mundo divino? Simplemente porque no recibe la energía necesaria para funcionar. Si no le hechas gasolina al auto no anda, si no enchufas la radio a la electricidad, no funciona. Lo mismo con nuestros aparatos espirituales. No pueden funcionar sin las corrientes de energías luminosas, puras que se encuentran en los reinos del silencio.
Hay una parte de nuestra mente que habita en el silencio, que no la limita el mundo fenoménico y está siempre en contemplación. Es lo que llaman la Mente Superior. El intelecto está en constante ebullición, y como hemos visto, se la pasa repitiendo pensamientos ajenos, recreando imágenes implantadas por fuentes foráneas. Si queremos ser de utilidad a los Maestros y al Plan de Dios para esta Tierra es fundamental que tomemos posesión de nuestro intelecto y trabajemos para entonarlo con la Mente Superior.
Vigila cuánto tiempo pasas frente al televisor y compara el tiempo que pasas en contacto consciente con tu alma. Esa es la medida de tu compromiso con el Plan. Porque entrenar la mente es la tarea de hoy. De todos, pero muy en especial del discípulo que quiere ser de utilidad a su Maestro y al Plan.
El mundo de las realidades espirituales parece lejano porque no lo percibimos. Pero es también nuestro mundo. Es cuestión de quitar el ruido, de destapar las cañerías de nuestro equipo de pensamiento y sentimiento y enchufarnos a la corriente, la energía del alma. Es cuestión de ir penetrando poco a poco en el Silencio para descubrir su esplendor.
Cuando vayas al campo, a la playa, busca escuchar sus ruidos naturales, así estarás entrando en su silencio. Habla poco, y que tu palabra sea creadora, veraz, positiva, enriquecedora. La música de los grandes compositores también nos ayudan a entrar en el silencio. Regula tu tiempo de exposición a la televisión y que nunca sea mayor que el tiempo que dedicas a contactarte internamente.
Hay una oración del Maestro Ekirila Krisshnamacharya que puede ayudarte mucho. La comparto contigo:
Que la Luz que mora en mí sea la Luz que me guíe.
Que aprenda yo a verla en todo.
Que el sonido que pronuncio revele la Luz en mí.
Que pueda oírlo mientras otros hablan.
Que el silencio en mí y a mi alrededor se haga presente,
el silencio que rompemos a cada instante.
Que llene la oscuridad del ruido que hacemos
y lo convierta en la Luz de nuestro trasfondo.
Que la virtud sea la fuerza de mi inteligencia.
Que la realización sea mi logro.
Que mi propósito se adapte al propósito de nuestra Tierra.
Que mi plan sea una réplica del Plan Divino.
Que hablemos el silencio sin romperlo.
Que vivamos en la conciencia del absoluto.
Que distribuyamos la luz en forma de alegría.
Que seamos dignos de ocupar un lugar en el Reino Eterno OM.
Hablar el silencio sin romperlo, es mantener el estado de armonía que proviene del alma cuando hablamos, y así, sin salirnos del silencio, nos comunicamos y al comunicarnos así nos identificamos con la Verdad que nos habita, nos reconocemos y ¡por fin nos vemos!
Que puedas hablar el Silencio sin romperlo, es mi más ferviente deseo para ti. Con Amor.
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