domingo, 17 de septiembre de 2006

"Respeta tus Méritos para Recibir"

(Tomado de "Construye Tu Destino", por Wayne W. Dyer)
 
Para ser un manifestador, para tomar literalmente parte en el proceso de creación de tu vida y atraer aquello que desea tu corazón, tienes que saber que eres digno de recibir. Eso significará examinar las actitudes que mantienes, consciente e inconscientemente, acerca de tu vida. Lo que debes examinar son tus pensamientos, que son los arquitectos de los cimientos de tu mundo material.
 
La manifestación supone la utilización del poder de tu mundo interior para establecer una relación plena con la vida y atraer hacia ti aquello que deseas. Puedes recordarte continuamente que el poder que lo trajo todo al mundo físico es el mismo que también te trajo a ti, pero si no te sientes digno, perturbarás el flujo natural de la energía en tu vida y crearás un bloqueo que imposibilitará la manifestación.
 
El quinto principio está encaminado a recordarte que eres digno de obtener abundancia. Si tus pensamientos se basan en una imagen de desmerecimiento, sea cual fuere la razón, manifestarás lo que esos pensamientos imparten a la mente universal. La energía descrita en el cuarto principio se alineará con aquello que tú irradies. La frase «Un hombre es aquello que piensa» no son palabras vacías. Expresan una verdad básica acerca de cómo funciona el universo.
 
Pensar que la abundancia es incompatible con la espiritualidad es un mito que nos influye a muchos de nosotros, y constituye el mayor impedimento para sentirse merecedor de esa abundancia.
 
El mito de que la abundancia y la espiritualidad son incompatibles se ve alimentado por la idea de que es egoísta e impropio visualizar y desear cosas materiales. Examinemos, pues, esta actitud y determinemos si también tú has llegado a considerarla como cierta.
 
Echa un vistazo a tu alrededor y observa la abundancia e infinitud de nuestro universo. Se extiende mucho más allá de nuestra capacidad para imaginar su vastedad. Esta abundancia fluye a partir de la misma energía que abarca nuestra esencia fundamental. La abundancia eres tú. Tú eres ella. No te engañes.
 
El espíritu se da a conocer a través de la forma material, mientras nosotros mismos ocupamos una forma. El espíritu se manifiesta en los árboles, los océanos, los peces, las aves, los minerales, las plantas, las flores y en ti. Todo lo que ves a tu alrededor es una parte de la manifestación material del espíritu. La materia no es una ilusión o algo que no debiera existir, sino un medio necesario que permite al espíritu diferenciarse sobre el plano de la existencia.
 
Tener la sensación de que es egoísta o no espiritual el desear y manifestar, supone dividir el mundo del espíritu y el mundo de la materia en polos opuestos. Al considerar el espíritu como incompatible con la materia, negamos que el espíritu que hay en la materia sea la energía a partir de la cual se origina. Y con ello también negamos la validez de nosotros mismos como seres espirituales.
 
No hay razón alguna para sentirnos avergonzados por desear que las cosas se manifiesten en nuestra vida. Es mucho más positivo pensar que merecemos que esas cosas se manifiesten y que estemos dispuestos a participar en la danza de la creación. Al darnos cuenta de que juntos conforman un todo armonioso, eliminamos el estigma del egoísmo. Del mismo modo que cada uno de nosotros somos un todo armonioso compuesto de espíritu y materia, también lo es el universo entero.
 
El proceso de la vida que toma forma es un misterio. Ese misterio se ve gobernado por una energía creativa que se puede conocer cuando nos sentimos genuinamente merecedores de recibir sus bendiciones en forma material. La abundancia es lo que caracteriza a la fuerza creativa en el universo. Tienes derecho a disponer de abundancia en tu vida y a irradiar prosperidad hacia todo lo que se encuentra en tu mundo. Sintiéndote pequeño e insignificante lo único que conseguirás es que eso se manifieste en tu vida.
 
Para fomentar la actitud de que mereces abundancia, será útil examinar lo que quieres cambiar con objeto de cultivar este conocimiento en el nivel celular de tu ser.
  
Todo aquello que necesitas dominar para lograr que este quinto principio se convierta en un modelo útil en tu vida lo tienes a tu disposición, en forma de actividad mental. No necesitas salir al mundo y conquistar nada. Se trata, simplemente, de cambiar tu mentalidad y convencerte a ti mismo de que mereces recibir todas las bendiciones de Dios, ya sean materiales o de otro tipo.
 
Se han hecho grandes esfuerzos por condicionarnos y hacernos sentir indignos de tener todo aquello que ofrece la vida. La mayoría de nosotros hemos aceptado muchas de las cosas que nuestros egos han puesto en nuestro camino, empezando por nuestra llegada a este mundo como niños. Ciertamente, no hay nada de erróneo en asumir una actitud de pobreza y ascetismo. Si ese es tu camino, lo sabrás en lo más profundo de tu ser, y sabrás igualmente que Dios se manifiesta en todas las cosas, tanto materiales como inmateriales. No tiene ningún sentido calificar el espíritu de mejor o peor, basándose en las creaciones de Dios que cada uno elige tener en su vida.
 
Sentirse merecedor de cualquier bendición o deseo es una característica de tu vida interior. Para eliminar el estigma del egoísmo materialista, quizá necesites reacondicionar tus propias percepciones internas. A continuación se indican las principales percepciones de los seres que saben que son dignos y merecedores de la bendición de Dios:
 
"Mi autoestima procede de mí mismo." La afirmación de la percepción interna de la persona que piensa así puede ser más o menos la siguiente: «Como hijo de Dios, soy digno. No estoy dividido en espíritu y cuerpo, sino que más bien formo parte de la creación que lo conoce todo, llamada Dios. Soy un humano que expresa a Dios sin reservas ni restricciones».
 
Una de las razones por las que los niños son capaces de expresar a menudo genio es porque todavía no han sido hipnotizados por la idea de ser limitados. Si son capaces de resistirse a ese hechizo hipnótico, siguen siendo genios y pueden expresar su yo ilimitado a través de sus vidas en la tierra.
 
Sucede con frecuencia que son las ideas de otros egos las que nos hacen sentir indignos. Escuchamos las advertencias de personas que tienen una baja autoestima, y que intentan ejercer influencia y poder sobre nosotros. Aceptamos entonces las convalidaciones externas de nuestra falta de merecimiento y empezamos a vernos tal como otras personas importantes quisieran hacernos creer que somos. La mayoría de los niños pequeños no pueden resistirse a estas ideas. Pero, como adultos, podemos mirar hacia atrás, y liberarnos de esa idea absurda que nos han inculcado.
 
Debes saber que formas parte de la luz que ilumina a todo hombre. Eres una demostración palpable de la existencia de Dios y llevas a Dios dentro de ti mismo, en tu propia individualidad particularizada. En consecuencia, debes decir con total convicción: «Dios está en mí y yo estoy en Dios». Esta es la verdad que te liberará de tus sentimientos de indignidad, y te permitirá atraer todo aquello que deseas.
 
Piensa que tus deseos de manifestar son algo que ha sido colocado ahí por el espíritu, y que esos deseos, alojados en el amor y en el servicio, son precisamente lo que Dios desea darte, y que tu deseo es el camino directo para recibir tales bendiciones. Rechaza la idea de que el deseo es egoísta y recuerda que si no tuvieras deseos, seguirías llevando una existencia infantil, rodeado de juguetes.
 
Cada vez que te sientas indigno de recibir tus manifestaciones, recuerda que nadie es indigno y que la misma energía divina que fluye a través de ti, fluye también a través de todos los hijos de Dios. Todos somos dignos, incluido tú.
 
Tus deseos son la herramienta que te permite crecer y experimentar la perfección del universo. Te llevarán más allá de cualquier limitación que hayas podido asumir y te conducirán hacia una conciencia espiritual más elevada. Hasta la idea de alcanzar iluminación y llegar a ser un maestro es un deseo que debes respetar.
 
Fraternalmente en la Luz del Amor
Miccael Sais
 

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