lunes, 4 de diciembre de 2006

LA MEDITACIÓN

El interés que el tema de la meditación ha despertado, pone de manifiesto una necesidad mundial que exige una clara comprensión. Donde existe una tendencia popular hacia cualquier dirección centralizada y firme, podemos cerciorarnos que de ello surgirá algo que la raza necesita en su marcha progresiva. Lamentablemente la meditación está considerada, por los que opinan superficialmente, como un «modo de orar». Sin embargo, en la correcta comprensión del proceso de la meditación y de su acertada adaptación a las necesidades de nuestra civilización moderna, se hallará la solución de las actuales dificultades pedagógicas y el método por el cual será posible llegar a la comprobación de la existencia del alma, ese algo viviente que llamamos «alma» a falta de un término más adecuado.

Respecto a si todos los aspirantes tienen la posibilidad de realizar este arduo trabajo, debe recordarse, desde el principio, que el mismo impulso de emprenderlo puede indicar que hay una demanda del alma para entrar en el sendero del conocimiento. Nadie debe desalentarse si descubre que le falta algo esencial en las cualidades requeridas. La mayoría de nosotros somos más inteligentes y estamos más adelantados y mejor dotados de lo que creemos. Todos podemos empezar a practicar la concentración desde ahora. Poseemos gran conocimiento, poder mental y aptitudes que no han pasado desde la región del subconsciente a la utilidad objetiva. Cualquiera que haya observado en el principiante los efectos de la meditación, corroborará esta afirmación, que a veces confunde al meditante, que no sabe qué hacer con su descubrimiento. Los resultados del primer paso en la disciplina de la meditación, o sea la concentración, son a menudo sorprendentes. El individuo «se encuentra» a sí mismo; descubre aptitudes ocultas y una comprensión, incluso del mundo fenoménico, que le resulta milagrosa; en forma repentina se da cuenta de la existencia de la mente y de que puede utilizarla; la distinción entre el Conocedor y el instrumento de Conocimiento se hace cada vez más clara y reveladora. Al mismo tiempo se produce una sensación de pérdida. Los antiguos estados soñolientos de beatitud, que proporcionan la oración y la meditación mística, desaparecen, dejando temporalmente una sensación de aridez, de falta de algo, de vacío, que es por lo general desesperante. Ello se debe a que el foco de la atención se ha alejado de las cosas de los sentidos, no importa cuán bellas sean. Las cosas que la mente conoce y puede registrar no están todavía registradas; tampoco el mecanismo sensorio hace los usuales impactos sobre la consciencia. Es un período de transición, que debe soportarse hasta que este mundo nuevo empiece a hacer su impresión sobre el aspirante. Esta es una razón por la cual la persistencia y la perseverancia deben desempeñar su parte, particulamente en las primeras etapas del proceso.

Uno de los primeros efectos de la práctica de la meditación es, generalmente, una creciente eficiencia en la vida diaria, ya sea en el hogar, en el trabajo o en cualquier campo de actividad humana. La aplicación mental a la obligación de vivir es en sí un ejercicio de concentración y produce notables resultados. Que el hombre alcance o no la iluminación mediante la práctica de la concentración y la meditación, siempre habrá logrado mucho, habrá enriquecido grandemente su vida, aumentado su utilidad y poder, y ensanchado su esfera de influencia.

Por lo tanto, desde el punto de vista puramente mundano, es útil aprender a meditar. ¿Quién podrá decir que una mayor eficiencia en la vida y en el servicio no sea un paso en la senda del progreso espiritual, como lo son las visiones del místico? Los efectos espirituales de la aplicación mental que nuestro mundo comercial occidental pone de manifiesto puede ser, en último análisis, una contribución total y valiosa al esfuerzo espiritual, como los efectos observados en el mundo del esfuerzo religioso organizado. Confucio nos enseñó hace siglos que los instrumentos de la civilización eran de carácter altamente espiritual, por constituir el resultado de las ideas. Hu Shih dice en los interesantes comentarios de su libro «Hacia dónde va la Humanidad»:

«Una civilización que emplea al máximo el ingenio y la inteligencia humana en la búsqueda de la verdad, a fin de controlar la naturaleza y transformar la materia para servir a la Humanidad, que libera al espíritu humano de la ignorancia, de la superstición y de la esclavitud de las fuerzas de la naturaleza, y reforma las instituciones sociales y políticas en beneficio de la mayoría, es altamente idealista y espiritual».

Nuestra idea sobre lo que constituye la espiritualidad se ha ampliado constantemente, Hemos visto a muchos miles de seres humanos que, por el deseo, el sentimiento y las reacciones de la naturaleza emocional, han alcanzado el punto en que se han visto obligados a trasmutar el deseo en aspiración, el sentimiento en sensibilidad hacia las cosas del espíritu, y el amor a sí mismos en amor a Dios. Así se forma el místico.

Por el empleo de la mente en el mundo de los negocios, en las profesiones, en la ciencia y en el arte, hemos presenciado dos hechos sorprendentes: grandes empresas organizadas, basadas en el interés egoísta y en las ideas materiales, han llegado a una condición en la que han adquirido consciencia grupal; por primera vez se ha considerado la interacción y el interés grupal de la mayoría. Estos resultados son puramente espirituales e indican una creciente consciencia del alma, y son débiles indicios de la fraternidad de las almas. La ciencia aplicada se ha desarrollado en todos los campos de tal manera que ha penetrado en la región de la energía y de la metafísica pura. El estudio de la materia nos ha conducido a la región del misticismo y del trascendentalismo. Ciencia y Religión se están dando la mano en el mundo de lo invisible y de lo intangible.

Los pasos son dados en la dirección debida. Una vez que las facultades mentales se hayan desarrollado racialmente, gracias a nuestra técnica occidental en el mundo comercial (una vasta escuela de concentración), inevitablemente habrá una transmutación análoga en la naturaleza emocional. Entonces se podrá reorientar la mente hacia valores más reales y elevados y enfocados en una dirección distinta a la de la vida material. Así se formará el Conocedor.

Por lo tanto, todo aquel que no sea puramente emocional, que posea una regular educación y que esté dispuesto a trabajar con perseverancia, puede emprender con buen ánimo el estudio de la meditación. Puede empezar a organizar su vida con el fin de dar los primeros pasos hacia la iluminación, siendo ésta una de las etapas más difíciles. Téngase presente que todos los pasos iniciales son difíciles porque hay que contrarrestar hábitos y ritmos habituales para implantar nuevos. Pero una vez que los pasos han sido dados y los hábitos dominados, el trabajo resulta más fácil. Es más difícil aprender a leer que comprender un libro difícil.

La antigua ciencia de la meditación, «el camino real hacia la unión» como se la ha llamado, puede también denominarse la ciencia de la coordinación. Hemos aprendido, gracias al proceso evolutivo, a coordinar la naturaleza emotivo-sentimental y el cuerpo físico en tal forma que estos estados son automáticos y a veces inevitables. El cuerpo es ahora un simple autómata, el esclavo del deseo superior o inferior, bueno o malo. Hay ya quienes coordinan la mente con estos dos aspectos. Valiéndonos de nuestros sistemas educativos, fusionamos en una unidad coherente la suma total que constituye el ser humano, es decir, los aspectos mental, emocional y físico. Mediante la concentración y los posteriores aspectos de la práctica de la meditación, se acelera grandemente esta coordinación: sigue más tarde la unificación de esta trinidad con otro factor, el factor alma. El ha estado siempre presente, así como la mente lo está en los seres humanos (salvo en los idiotas), pero se mantiene pasiva hasta el momento oportuno, cuando se haya realizado el trabajo necesario.

El investigador interesado comprenderá que en este trabajo a realizar la primera cualidad que necesita es perseverancia. Se puede observar que existen dos cosas que ayudan en la obra de coordinación: primero, el esfuerzo por controlar la mente y procurar una vida concentrada. La vida de consagración y de dedicación, tan característica del místico, cede su lugar a la vida de concentración y meditación, característica del conocedor, la organización de la vida mental en todo momento y en todas partes. Segundo, la práctica regular de la concentración, todos los días a la misma hora, si es posible, proporciona una actitud centralizada y ambas significan éxito, La primera condición, o la organización de la vida, exige algún tiempo, pero puede iniciarse de inmediato. La segunda, o el establecimiento de determinados períodos de concentración, puede iniciarse también en cualquier momento, pero el éxito depende de dos cosas: regularidad y persistencia.

En el primer caso, además de la persistencia, el éxito depende también de la imaginación, Por medio de ella asumimos la actitud del Observador y del Perceptor. Nos imaginamos ser el Uno que está pensando -pero no sintiendo- y constantemente guíamos con firmeza nuestros pensamientos por líneas elegidas, obligándonos a pensar lo que decidimos pensar, y rechazando los pensamientos que queremos excluir, no por el método de la inhibición, sino por el de despertar un interés dinámico en alguna otra cosa. Le debemos negar a nuestra mente que divague a voluntad o que sea impulsada a la actividad por nuestros sentimientos y emociones o por las corrientes mentales del mundo circundante. Nos obligamos a poner atención en todo cuanto hacemos, ya sea la lectura de un libro, el desempeño de nuestras tareas en el hogar o en el negocio, la vida social o la profesional, una conversación con un amigo, o cualquiera sea la actividad del momento.

Si la ocupación es de tal naturaleza que se pueda realizar instintivamente y no exige el empleo activo del pensamiento, podemos elegir una línea de actividad mental o secuencia de razonamiento, y seguirla comprensivamente mientras nuestras manos y ojos están ocupados en el trabajo a realizar.

La verdadera concentración nace de una vida concentrada y regida por el pensamiento. El primer paso para el aspirante es empezar a organizar su vida diaria, y regularizar sus actividades para que su vida tenga un enfoque y una centralización. Esto pueden obtenerlo quienes tengan bastante interés como para hacer el esfuerzo necesario y sean capaces de llevado a cabo con perseverancia, siendo el primer requisito básico. Cuando podamos organizar y reajustar nuestras vidas, demostraremos el temple y la fuerza de nuestro deseo. Como se verá, para el individuo de vida centralizada no cabe negligencia en el deber. Desempeña sus deberes familiares, sociales, comerciales y profesionales completa y eficientemente, y aún encuentra tiempo para los nuevos deberes que su aspiración espiritual le presenta, porque está comenzando a eliminar de su vida todo lo que no sea esencial. No tratará de evadir obligaciones, porque el hombre de mente enfocada puede hacer más en menos tiempo y obtener mejores resultados de sus esfuerzos. La persona regida por sus emociones derrocha mucho tiempo y energía y realiza menos que la persona mentalmente enfocada. La práctica de la meditación es mucho más fácil para el individuo entrenado en los métodos comerciales - quien se ha elevado al rango de ejecutivo - que para el empleado rutinario e irreflexivo, o la mujer que hace vida puramente social o familiar. Estos tienen que aprender a organizar sus vidas y abandonar sus actividades no esenciales. Son los que siempre están demasiado ocupados para todo, y les resulta difícil encontrar veinte minutos cada día para la meditación, o una hora para el estudio. Están tan atareados con las amenidades sociales, con la rutina de la casa, con la multitud de pequeñas actividades y conversaciones sin sentido, que no llegan a darse cuenta que la práctica de la concentración les permitirá hacer mucho más de lo que están haciendo, y mejor.

Un ejecutivo entrenado, de vida activa y plena, puede hallar tiempo para el alma más fácilmente. Siempre dispone de tiempo para algo más. Ha aprendido a concentrarse y frecuentemente a meditar, todo lo que necesita es cambiar el foco de su atención.

En medio de la presión y agitación del moderno vivir, en la selva de nuestras grandes ciudades, en medio del estruendo y bullicio de la vida e intercambio diario, los individuos encuentran el centro de paz dentro de sí mismos y pueden entrar, y en realidad entran, en ese estado de positiva concentración silenciosa, que les permite llegar a la misma meta, obtener el mismo conocimiento y penetrar en la misma luz que testimonian los grandes Representantes de la raza. El retiro, al que el hombre se acoge, lo encuentra dentro de sí mismo; el lugar silencioso es ese punto dentro de la cabeza donde se unen el alma y el cuerpo y se hace contacto con la vida del alma, la región en la cual la luz del alma y la vida del cuerpo se mezclan y fusionan. El hombre que puede entrenarse para estar suficientemente centralizado, puede llevar sus pensamientos en cualquier momento y lugar a un centro dentro de sí mismo, y en ese centro de la cabeza se lleva a cabo el gran trabajo de unificación. Involucra atención más dinámica y meditación más poderosa: pero la fuerza interna y el poder mental de la raza ha progresado y crecido en tal forma, en los últimos tres mil años, que puede hacer lo que hacían los videntes de la antigüedad.

Alice A. Bailey

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